Yo te basto

Autor: John Powell, S.J.

 

Durante los últimos años de su vida, mi querida mamá sufrió una severa artritis paralizante.
A veces la tenía yo que subir y bajar cargando por las escaleras de nuestra casa de Chicago.
Podemos decir que la rutina era suficientemente ordinaria. Bajábamos algunos escalones y luego mi mamá extendía su brazo para asirse firmemente del barandal.
Y entonces teníamos un diálogo muy parecido al siguiente:

-Mamá, tienes que soltarte.
Si no te sueltas, no podremos continuar".

-Es que tengo miedo de que me dejes caer.

-Pues si no te sueltas, voy a contar hasta tres y entonces sí te voy a dejar caer i Uno, dos!
y a la cuenta de dos, mamá siempre se soltaba y entonces continuábamos bajando los escalones.

Sin embargo, después de cierto número de escalones, volvíamos a repetir la misma escena y el mismo diálogo.

Mamá se aferraba al barandal y yo le advertía que si no se soltaba, entonces sí sobrevendría la catástrofe.


En una de esas ocasiones se me ocurrió la reflexión de que aquel intercambio entre mi mamá y yo debía parecerse al intercambio entre mi mama y yo debía
parecerse al intercambio entre Dios y yo..
Por supuesto, el tiene todo el mundo en sus manos, incluyéndome a mi, y él me va moviendo de un lado para otro hacia mi anhelado destino.

Sin embargo, yo insisto en asirme y aferrarme a los barandales de seguridad que me ayudan a que yo me siento seguro. Jesús me recuerda que no podemos proseguir mientras yo este aferrado a esas cosillas, posesiones y logros, que forman parte de mi operación de seguridad. Escucho claramente lo que el Señor me dice : ¡Suéltate!,
pero desde la profundidad de mis vísceras sale un doloroso gemido:
-Señor, me da miedo que me dejes caer.
Me espanta verte "con las manos abiertas".
y ¿si yo le dijeras .sí-rendidamente?
¿Qué sucedería?...

La seguridad es una profunda necesidad humana.
Llevamos palpitantes en - nuestros nervios y músculos toda una serie de cuestiones que nos hacen temblar y nos inquietan:
¿Qué me pasará .si me suelto.?
¿Tendré lo suficiente?
¿Suficiente tiempo, suficiente dinero,
suficientes alientos para la vejez,
suficientes personas que cuiden de mí,
suficiente inteligencia, suficiente salud?

Por eso, precisamente, me aferro a mis barandales de seguridad. Me dan sensación de seguridad, pero me inmovilizan.
Son un obstáculo para la gracia.

Seguramente que el Señor se ríe de mí, como yo alguna vez me reía de mi querida mamá, que tenía miedo de que no la dejara caer.
El Señor quiere enfrentarse a mis nerviosas y trémulas preguntas sobre todo mis "suficientes", con un confortante y desafiante:
Confía en mi ¡YO TE BASTO!

Cuando amamos a otra persona, nuestro amor a veces toma la forma de consuelo y a veces la forma de desafío. Jesús, que nos ama, es ambas cosas para
nosotros, un consuelo y un desafió. Nos manifiesta un inestable consuelo en su presencia y en la seguridad que nos comunica su amor incondicional.

Y también nos desafía interminablemente cuando nos pide que confiemos en él: ¡Suéltate! ¡Yo seré para ti lo suficiente! Es el desafío del amor que nos pide que abramos las manos. Habrá muchos momentos en tu vida y el mía, como aquellas
paradas de mi mamacita en la escalera, cuando "nos soltaramos" y experimentaremos la libertad de poder movernos. Hará otras veces en que
nuestras manos se crispen y tiemblen por nuestra inseguridad personal, cuando nuestra confianza no sea suficiente para abandonarnos completamente en
las manos de Dios.