Yo quería encontrar a Dios
Autor: Paulo Coelho
El hombre llegó extenuado al monasterio:
- Llevo mucho tiempo buscando a Dios - dijo. - Quizás usted pueda enseñarme la manera correcta de encontrarlo.
- Entra y mira nuestro convento - dijo el padre, tomándole de la mano y conduciéndole hasta la capilla. -Aquí están las obras de arte más bellas del siglo XVI, que retratan la vida del Señor y Su Gloria entre los hombres.
El hombre aguardó, mientras el padre explicaba cada una de las hermosas pinturas y esculturas que adornaban la capilla. Al final, repitió la pregunta:
- Es muy hermoso todo lo que he visto. Pero me gustaría aprender la manera más correcta de encontrar a Dios.
- ¡Dios! - respondió el padre. - Lo has dicho muy bien: ¡Dios!
Y llevó al hombre hasta el refectorio, donde estaba siendo preparada la cena de los monjes.
- Mira a tu alrededor: dentro de poco será servida la cena, y estás convidado a comer con nosotros. Podrás oír la lectura de las Escrituras al tiempo que sacias tu hambre
- No tengo hambre, y ya leí todas las Escrituras -insistió el hombre. Quiero aprender. Vine hasta aquí para encontrar a Dios.
El padre tomó nuevamente al extraño de la mano y comenzaron a caminar por el claustro, que rodeaba a un hermoso jardín.
- Pido a mis monjes que mantengan el césped siempre bien cortado y que retiren las hojas secas del agua de la fuente que está allí en medio. Pienso que este es el monasterio más limpio de toda la región.
El extraño caminó un poco con el padre, y después se despidió diciendo que tenía que irse.
-¿No te quedarás aquí para la cena? - preguntó el padre.
Mientras montaba en su caballo, el extraño comentó:
- Felicitaciones por su bella iglesia, por el refectorio tan acogedor y por el patio tan impecablemente limpio. Sin embargo, yo he viajado muchas leguas exclusivamente para aprender a encontrar a Dios, y no para deslumbrarme ante muestras de eficiencia, comodidades y disciplina.
Un relámpago cayó del cielo, el caballo relinchó fuerte y la tierra sufrió una sacudida. De repente, el extraño se arrancó el disfraz y el padre vio que estaba delante de Jesús.
-Dios está donde lo dejan entrar - dijo Jesús. - Pero vosotros habeis cerrado para él la puerta de este monasterio, usando reglas, orgullo, riqueza y ostentación. La próxima vez que un extraño se aproxime pidiendo para encontrar a Dios, no le muestres lo que habeis conseguido en Su nombre: escucha la pregunta e intenta responderla con amor, caridad y sencillez.
Y dicho esto, desapareció.