Vivir la vida
Autor:
Enviada por: María del Carmen Gatti
Con un hondo sentido de adusta sabiduría, predicaba un ilustre emperador romano: "Procede todos los días, como si cada uno de ellos fuera el último de tu vida..." Agregaría a esa conocida frase: "Procede en cada uno de tus actos, como si después de realizarlos, tuvieras que comparecer ante el tribunal de Dios y dar cuenta de éllos." Y pienso que si se llevaría a la práctica esta teoría, viviríamos mucho mejor. La sentencia latina no ha sido desoída, pero parecería que el mundo haconfundido su sentido y la interpreta al revés. Sí, al revés, porque de lo que fue norma ortodoxa, ha hecho doctrina hedonista, y todos proceden como si cada minuto fuera el último de la vida, pero considerando la vida como un naufragio donde el único mandato valedero fuera la ley egoista y despiadadael ¡Salvese quien pueda!... Bajo ese imperativo hoy todo se avasalla y se atropella. Vivimos impacientes,afiebrados por llegar, sin tiempo para reflexionar en que sólo estamos de pasoy que de nosotros sólo perdurará el recuerdo del bien o el mal que a nuestropaso hayamos sembrado. La humanidad enloquecida parece no advertirlo. Es como si ya para muchos, se les hubiera agotado el tiempo para pensar; improvisan y ejecutan, sobre el minuto del vértigo. Algunos creen que de prisa y viviendo el momento, viven más. Más puede ser, pero no mejor. No, porque se pretende siempre el resultado inmediato, la gloria prematura, el camino más corto con el menor esfuerzo y el máximo provecho. El artista no se esmera en pulir, porque quiere surgir de inmediato, porque del anonimato aspira a la gloria, entonces da por concluida su obra y la misma apenas si es un ensayo. Hay quienes quieren ser rápidamente ricos, antes de haber aprendido a ser pacientemente honrados. Es imperioso y urgente diría, encausarse hacia la verdadera paz espiritual, que sólo puede emanar, a su vez, de la paz de la conciencia. Porque al fin de cuentas, ese es el único camino que todos buscaremos algún día, cuando todo esté en manos de una voluntad definitiva más alta que la nuestra.