Un hombre
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Hace más de 1,900 años hubo un hombre que nació contrario a las leyes
naturales de la vida.


Este hombre vivió en la pobreza y fue criado en oscuridad.


No viajó extensamente, solamente una vez cruzó las fronteras del país en que
vivía; esto fue cuando siendo niño estuvo un tiempo exiliado.


No poseía ni influencia, ni dinero, sus familiares no eran prominentes, y
careció de todo entrenamiento o educación formal.


Durante su infancia atemorizó a un rey; durante su niñez impresionó a los
doctores de la ley. Ya siendo hombre dominó la naturaleza.


Caminó sobre las olas como si fuese el suelo, y silencio los vientos, y la
mar, sanó a las multitudes y no cobró por sus servicios.


Nunca escribió un libro, sin embargo, los libros que se han escrito sobre Él
podrían llenar bibliotecas enormes.


Nunca escribió un canto, sin embargo, ha provisto tema para más cantos que los
que han producido todos los compositores juntos.


Nunca fundó una universidad, pero todas las universidades y escuelas juntas,
no tienen más discípulos que Él.


Nunca dirigió un ejército o enlistó a un soldado, o disparó un arma de fuego;
sin embargo, ningún líder ha tenido más voluntarios bajo sus órdenes, que hayan hecho tantos rebeldes entregar sus armas, rindiéndose sin disparar un solo tiro.


Nunca practicó la medicina pero ha sanado mayor número de corazones
quebrantados que todos los doctores puestos juntos.


Cada séptimo día la actividad humana cesa y las multitudes van a adorarle.

Los nombres de los grandes estadistas de Grecia y Roma florecieron y han
quedado relegados al olvido, pero aunque el tiempo ha colocado 1,900 años entre este hombre y nuestros días, Él siempre vive.

Heródes no lo pudo destruir y el sepulcro no lo pudo detener.


Él está sobre el mayor pináculo de la gloria celestial, proclamado por Dios,
reconocido por los ángeles, adorado por los santos y temido por los demonios, como el viviente y personal Cristo, nuestro Señor y Salvador.