Una fábula
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Existe en Puerto Rico un cangrejito que vive dentro de unos caracoles prestados, que le llamamos "cobitos". Una vez hubo un "cobito" llamado Avarito. Él era un cobito pequeño que vivía en una comunidad de cobitos a orillas del mar Atlántico. Avarito tenía una voz muy hermosa y a los demás cobitos les gustaba oírle cantar y hablar, pues desde su nacimiento era muy elocuente.
A medida que pasaba el tiempo, Avarito comenzó a notar que había unos cobitos con caracoles más grandes que el suyo y empezó a desear en su corazón llegar a ser más grande que todos ellos. Los demás cobitos le decían, "¡Qué talentoso eres Avarito! ¡Canta, canta!". Así que Avarito les cantaba y les narraba historias muy interesantes. Mientras hacía esto, comenzó a crecer y a crecer, y pronto su caracol era muy pequeño para su cuerpo.
Un día Avarito salió de su cuevita y encontró otro cobito muy lindo en el camino, y sin que nadie lo viera, atacó a su compañero y le quitó su caracol, que era más grande que el suyo propio. Cuando regresó al pueblo, les dijo a los demás que desde ese momento en adelante debían dirigirse a él diciéndole "Mister Avarito" y que si querían oírle cantar, debían traerle al menos la comida. Así pasó el tiempo y "Mister Avarito" cambiaba su caracol constantemente y exigía más y más. Los demás cobitos le obedecían, porque creían que él era un enviado del Reino de los Cobitos.
El Gran Avaro, como luego se hizo llamar, tenía el caracol más hermoso y brilloso del pueblo y parecía que no le faltaba nada; pero por dentro era horrible y tenía unas patas grandes y filosas.
Sus historias siempre trataban de sí, de cómo cada cobito merecía un lugar más amplio y que un día vendrían los del reino mayor a llevarse a esos "privilegiados" cobitos.
Finalmente, un día, mientras El Gran Avaro cantaba, llegó un Hombre a buscar cobitos para llevarlos a un acuario muy hermoso, pero no se quiso llevar a El Gran Avaro. Escogió los cobitos pequeños que trabajaban en el pueblo, los que sanaban a aquellos que sufrían. Cuando El Gran Avaro se enteró de esto, comenzó a gritar y a dar voces diciendo: " ¡Oye, tienes que llevarme a mí! ¡Yo soy el cobito más hermoso, yo he hecho todo esto; sin mí, este pueblo no es nada!".
Pero, pobre Avarito, se había olvidado que todos eran cobitos iguales a él y que los escogidos no eran los que más títulos tuvieran, sino los que permanecían humildes y fieles. Avarito desesperado intentó una vez más un viejo truco que siempre le había funcionado, y dijo al hombre: ---¡Te doy lo que tú quieras, pero por favor llévame!--- A lo cual el hombre respondió: ---Lo siento Avarito, si fueras pequeño y sencillo, te llevaría, pero eres muy grande y orgulloso, y a donde yo los llevo sólo hay uno grande, y soy Yo.---
"Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe". Jn. 3:30