Tu misión: acercar al mundo a Mi Corazón Eucarístico y al Corazón Inmaculado de Mi Madre
Autor:

 

Eres pobre de palabra pero, tu mano guiada por la Mía sabe grabar lo que El espíritu te dicta y tu corazón escucha. Esa es tu misión por ahora: saber poner lo que Yo vaya diciéndote. Si tu voz fuese la que se dejara oír, ¿quién te haría caso? Gente elocuente fue escuchada y olvidada después. Tu voz sería un ruido más.

Lo que tu mano escribe guiada por la Mía, permanecerá. Repetida y ampliada por otras voces, llenará el mundo recordando que Yo estoy, que el Reino de Mi Corazón no se hará esperar.

Permanece ignorada, humilde escondida, absolutamente obediente a Mi Voluntad y en sumisión para interpretar en bien de la humanidad.

Cuando lleguen los sufrimientos, piensa que aunque Me notes ausente, nunca estaré más cerca de tí que en esos momentos. Y si sientes desfallecer tu corazón, abandónalo en Mis manos, que ellas sabrán darte la fortaleza necesaria.

Si sientes tedio y desagrado en cumplir lo que dispongo, quita la escoria de tu disgusto; porque si quieres de veras poseerme, has de aceptar también lo desagradable que te He destinado en la tierra y saber que, mientras vivas pegada a ella, has de vivir de lo terreno.

Bien está que sólo desees pensar en amarme; más Yo también estoy en todo cuanto forme la vida y tus deseos y deberes. En ellos tendrás siempre motivos para servirme y adelantar en Mi amor.

Mi Madre, como tú, vivió en este mundo trabajando, velando por el bien de los suyos, orando... Y aunque su alma se elevaba hacia Dios en cada instante de Su vida, ésta no salió ni un momento del camino de la Divina Voluntad. Ella supo armonizar los cuidados y sinsabores de la tierra, de modo que todo conformara un himno de gratitud a la Divinidad. Con el corazón lleno de amargura al pensar en Mi futuro, supo ocultarlo en Su alma y hacer la vida agradable a los demás.

Siendo destinada a ser la Reina de los Ángeles y el universo, vivió escondida, ignorada, humilde; porque tenía a Dios consigo y le bastaba.

Procura, pues, hija Mía seguir el ejemplo que te He trazado y continúa en vida retirada por un tiempo más. Tu único anhelo debe ser complacerme siempre.

Antes de que existieras, ya te amaba Yo; veía tus amores e ingratitudes, pero te quería para Mí. Te quiero desprendida, desligada de todo pensamiento que no sea Yo; ni siquiera de mérito alguno de cuanto has hecho por Mí. He de ser Yo tu supremo y único bien.

La pobreza llevada con dignidad te hará -y contigo a los tuyos- ser más semejante a Mí y a Mi Madre cuando estuvimos en la tierra. Y Mis ojos te contemplarán gozosos porque así conformas tu vida a la Mía, a la imagen de Mi Corazón.

Conságrate al cuidado de tu hogar, no quiero otra cosa por ahora. Sigue acercándote a la hoguera de Mi Corazón, acercando también a los tuyos, para que lleguen a amarme como Yo los amo a ellos.

Cada alma tiene su misión en este mundo; la tuya es de amor, sacrificio, tu misión es acercar al mundo a lo único que podrá salvarlo: Mi Corazón Eucarístico y el Corazón Inmaculado de Mi Madre

Jesús

Obtenido: Apostolado de la Nueva Evangelización