Tesoros inútiles
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Después de vagar inútilmente tres días perdido en el desierto, a un pobre viajero se le habían agotado las provisiones, las energías y hasta la esperanza de salir con vida.
Se arrastró fatigosamente un día más por aquel mar de arena.
De pronto ve algo raro.
¿ Espejismo?
No; es un pequeño oasis.
El viajero bebe ávidamente el agua limpia y fresca de la fuente.
Luego se duerme y descansa toda la noche.
Por la mañana lo despierta un hambre atroz.
Mira alrededor, buscando algo que lo salve de la muerte.
Ve a unos pasos un bulto sellado.
Piensa: '¡Ojalá sea algún alimento, galletas, o fruta!'
Temblando, abre el bulto, y lo vacía sobre la arena. ¡Sorpresa!
Son cientos de diamantes, que destellan bajo el sol desierto.
El pobre viajero, desesperado, arroja los diamantes lejos de sí obre la arena, gritando:
-¿De qué me sirven los diamantes aquí, donde me muero de hambre?
El esqueleto del viajero fue hallado mucho tiempo después. A su alrededor brillaban corno astros relucientes los diamantes.
"¿De qué le sirve a un hombre ser dueño do todo el mundo, si pierde su vida?' (Mt 16,26ss; SaI 144,4; Heb 2,6).