Solicitud

Autor: Phil Bosmans

 

No cumplo con mi deber hacia el amor, si me contento con mirar cordial y amablemente a las personas que me rodean.

Esta es una benevolencia que cuenta poco y una ilusión de amistad. Me tranquiliza. No hago daño a nadie. Respeto los derechos de los demás. ¡Hago demasiado! Soy un ciudadano perfecto, acomodado y seguro bajo mi campana de cristal, en mi propia atmósfera. Precisamente por esto resulta culpable de la indiferencia colectiva que sofoca a nuestra sociedad.

Si quiero amar de veras debo dedicarme con solicitud profunda y auténtica a las personas:
-con las que vivo bajo el mismo techo;
-con las que trabajo durante todo el día;
-con las que viajo;
-con las que me divierto, juego y río.

Una solicitud de este tipo, que me sacuda, me arranque de mi pequeña esfera de intereses. Es absolutamente necesaria.

No debo dejarla nunca de lado, ni siquiera cuando estorbe mi paz y mi tranquilidad.

Quizá sea incluso un bien:
-que me molesten;
-que la atención amigable y afectuosa hacia los demás comporte, a veces, disgustos o preocupaciones que yo mismo no podré confiar a nadie.

La solicitud es fruto de un amor auténtico. Puede hacerme sufrir, pero, a fin de cuentas, me aporta el mejor don. Ella da la vida, da color a mi existencia y, a veces, me regala un sentimiento de profunda gratitud, una especie de paraíso desconocido.