Sé qué es sufrir

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD 

 

 

Vivir con la seguridad de la fe y la fuerza de la esperanza no es motivo  de orgullo, pero sí de gran satisfacción. Por eso no extraña que el célebre Fernando de los Ríos dijera una vez a Manuel de Falla:

            – Qué feliz es usted por creer.

            Y Falla le contestó:

            – Don Fernando, empiece usted por practicar; hay quien nace con fe y otros tenemos que luchar por mantenerla.

            De fe se tuvo que armar santa Teresita, quien, nueve días antes de morir, habiéndole ponderado su hermana Inés lo terrible de su enfermedad y lo muchísimo que sufría, comentó: “Sí. Qué gracia más grande es tener fe. Si no hubiera tenido fe, me hubiera matado sin dudarlo”. El médico afirmó de ella: “Es horrible lo que padece”. Y estas palabras se quedaron cortas ante las de la misma santa: “Nunca hubiera creído que fuese posible sufrir tanto!”.

El mundo sigue sufriendo. Millones de personas pueden repetir con el salmista: “Las lágrimas son mi pan día y noche” (Sal 42,4). El sufrimiento, sobre todo el injusto, sigue siendo un gran mal. Y es más inaguantable cuando nos faltan la fe y el amor. Es éste el que nos salva. Es el amor el que da valor al sufrimiento. “La extrema grandeza del cristianismo proviene del hecho de que no busca un remedio sobrenatural contra el sufrimiento, sino que hace un uso sobrenatural del mismo” (Simone Weil).

      Dios no quiere que suframos, pero tampoco ha venido a suprimir el sufrimiento. Ni siquiera ha venido a explicarlo. Ha venido a llenarlo con su presencia. A Dios no podemos echarle en cara: “Tú no sabes lo que es sufrir” (Paul Claudel).

            Ante cualquier problema, enfermedad o dolor, el ser humano, sobre todo el que no tiene fe,  se siente desconcertado y se hace muchas preguntas. Pero “Cristo no responde directamente ni en abstracto a estas preguntas humanas… El hombre percibe su respuesta salvífica a medida que él mismo se convierte en participe de los sufrimientos de Cristo” (SD 26). “A medida que el hombre toma su cruz uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. En Cristo y por Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte que, fuera de su Evangelio, nos aplasta” (GS 22). Cristo se ha comprometido con el sufrimiento. Con él hay esperanza y victoria segura.

            El sufrimiento purifica. Ante cualquier tragedia o cruz, sobran todas las explicaciones. Sólo la fe, el silencio y el misterio tienen la respuesta acertada. Cuando el dolor aprieta, cuando las calamidades públicas azotan sin compasión, en momentos de dificultad la gente eleva los ojos a Dios. Así rezan estos versos:

“En un pueblo de la costa,

cuando el mar da poca pesca,

            a la iglesia van los hombres.

            Cuando mucha, a la taberna”.