Señor

Autor: José Antonio Dávila 

 



En breve llegará a tu cielo 
una tímida y dulce viejecita; 
los lirios de los años floreciendo en su pelo, 

y el rostro sonriendo como una margarita. 

Es la más hacendosa en la colmena 
donde por todos se ha sacrificado; 
y es tan buena, tan buena.... 
tal como el pan que a todos nos ha dado. 

En tu casa, Señor con su plumero 
y su invariable pulcritud a tono, 
sacudirá ese polvo de lucero 
que empolve el mobiliario de tu trono. 

Le dará cuerda al Tiempo; traerá flores 
de tu jardín y frutos de tu viña, 
y pintará de fresco los colores 
del arco iris, cuando se destiña. 

Pulirá los metales de la luna; 
limpiará los fanales que tiene tu palacio, 
y tenderá a secar, una tras una, 
las holandas de nube en el espacio. 

Le cambiará la mecha a los faroles 
de la Vía, y asiendo sus peinetas, 
trenzará las melenas de los soles 
y la rebelde crin de los cometas. 

Tu te, de flor de algún celeste tilo, 
te hará en noches de Invierno, cuando nieva; 
y en tiempo de vendimia, pondrá un filo 
a la hoz de argento de la luna nueva. 

Zurcirá desgarrones 
en la túnica de los serafines, 
y traerá las esponjas y jabones 
a la hora de bañar los querubines, 

Te bordará en la almohada del nimbo más mullido, 
con una hebra de sol, tus iniciales, 
para que te eches cuando estés rendido 
por tus preocupaciones inmortales. 

Así ha sido acá abajo: nunca escasa 
de si misma en el bien de dicha ajena; 
es la más abnegada de la casa 
y las mas hacendosa en la colmena. 

Y así será allá arriba: en lo que pueda 
hacer por otros, no andará remisa. 
Ponla a sueldo, Señor, de una moneda: 
la moneda de luz de tu sonrisa. 

Su bien cual su limpieza, penetra los recodos 
más ocultos del alma o la memoria: 
solear, mullir el bienestar de todos 
es lo que ella ha tenido como gloria. 

Si recorriendo un día tu reinado 
sorprendes en su cara la fatiga 
y ella te dice que aún no se ha cansado, 
!no le creas, Señor, lo que te diga!