Recomenzar
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Me caí, me levanté,
sacudí mi ropa,
sonreí y comencé nuevamente.
Pasó el tiempo, tropecé,
tambaleé y caí...
me levanté,
sacudí mi ropa, pero esta vez
mis rodillas sangraron,
las limpié...
y comencé nuevamente.
Siguió pasando el tiempo,
otra vez caí,
ahora no sólo mis rodillas sangraron,
sino que también mis codos y manos estaban heridos.
Sólo ahora, cuando comienzo a levantarme,
me doy cuenta que quizás nunca hubiese tambaleado,
que quizás nunca hubiese caido y
que quizás nunca me hubiese herido
si tan solo hubiese visto tu mano
siempre extendida para ayudarme...
juntos es todo menos amargo,
que alegría que estés a mi lado!