Qué no hacer con un problema
Autor: Carl Pickhardt, Ph. D
Una de las premisas más estimulantes para afrontar situaciones adversas es
suponer que los problemas no son un problema. Grandes en algunos casos, pequeños por lo general, los problemas son simplemente desafíos inevitables
que forman parte de nuestra vida diaria y que ocurren cuando lo que deseamos
no es lo que obtenemos. Algo se rompe (pérdida). Un plan se desbarata por un
imprevisto (sorpresa). Surge un malentendido (confusión). No nos sentimos o
no nos vemos tan bien como quisiéramos (desilusión). Nos bloqueamos o nos
sentimos impotentes cuando tratamos de conseguir algo (frustración).
Ya sea que el problema resulte de la acción de un agente externo, de una
circunstancia casual, de un error de cálculo o de una equivocación o travesura, los padres deben alentar al niño a abordar cada problema como una oportunidad de aprendizaje de vida. El objetivo no es criar un hijo que nunca hace nada mal, o a quien nunca le sale nada mal, o intervenir siempre para solucionarle los problemas al niño. La meta es criar un hijo capaz, con la disposición y la habilidad de superar obstáculos. Es muy raro que un niño no resuelva un problema sin aprender algo que antes no sabía o no podía hacer. Todos los problemas son maestros disfrazados. Y lo mejor de resolver un problema es que el proceso incluye su propia recompensa: la sensación de realización y orgullo por haber resuelto satisfactoriamente la situación Con cada problema resuelto se conquista una cuota de capacidad que fortalece aún más la autoestima. Los padres pueden transmitir a sus hijos una visión más amplia de esta cuestión: "Cada vez que abordes un desafío en la vida, sin darte por vencido ni salir corriendo, mejorarás tu manejo de las situaciones y tu concepto de ti mismo".