Religión y vida

Autor: Rafael Ángel Marañón Barrio



Tu empeño es bien estéril, adusta cerrazón;
Quiero vivir gozando de toda la creación;
Negarla y reducirla es sórdida traición
A Dios que hizo la vida, el goce y la ilusión.

Alabo al Dios del Cielo por besos y caricias,
Por flores, por arbustos, por cantos, por albricias,
Por penas, por dolores y hasta por injusticias,
Por cándidas criaturas sin sombras ni malicias.

Por todo cuanto Él hizo, por todo cuanto hará,
Por que Él es fortaleza y yo debilidad,
Por ser el juez de todo, aljibe de piedad,
Por bueno y generoso, por que es mi sanidad.

Estólido es quien piensa que Dios se ha equivocado
Haciendo un universo deforme y desgraciado
Solo de errores lleno, de mal y de pecado
Siendo que él ha reabierto aquel jardín vedado.

Yo en fe y en confianza sabré por sus caminos
Cantar en fe y justicia con címbalos divinos,
Gozando de su obra sin recelos mezquinos,
Mientras que junto marcho con otros peregrinos.

La vida que me otorga la quiero disfrutar
Amando las estrellas, los árboles y el mar,
Los prados y regatos do vienen a libar
Las aves cantarinas, el ciervo o el chacal.

El arte, la belleza de tantas obras gratas 
Que Dios nos fue creando sin duda y sin erratas,
Estrellas y luceros, en acordes sonatas,
La luz que nos envía el sol en cataratas.

La charla intrascendente sentados junto al fuego;
Oir largas historias del viejo y del labriego;
Los dichos de los niños absortos en el juego
Y orando al acostarme, dormirme con sosiego. 

Me alegran los semblantes de las mujeres bellas,
Sus lánguidos cabellos, su risa y sus querellas,
Su alma, su misterio, las mágicas centellas
Que lanzan, sin saberlo, las áuricas doncellas.

No quiero, despreciando, su obra y su victoria
Vivir yermo e inútil, al margen de su gloria,
Que en profusión divina llena toda la historia
Y de sus grandes hechos inunda la memoria.

Usando de sus dones, con prudente cordura,
Gozo de su abundancia una eterno llenura
Y salgo al aire libre de la caverna obscura,
Rindiéndole alabanza por darme tal ventura.

No curo de doctores ascéticos y hueros
Pues Dios, con su palabra, es sano consejero;
Jesús, el que se entrega como ácimo cordero,
Me da la salvación y es santo compañero.

Y así con gozo santo pasar mi vida quiero 
Que Dios me ha concedido de buena voluntad; 
Me basta su palabra, disfruto de sus dones 
Y soy un peregrino que marcha en libertad.