Permanecer joven

Autor: Ángel Fuentes Rodríguez

 

Eres tan joven como tu fe. Tan viejo como tus dudas.

Tan joven como la confianza que tengas en la vida y en ti mismo.

Tan viejo como tu desesperanza y más viejo aun, con la mala forma de actuar.

Joven es el que se maravilla. El que se asombra, el que pregunta como un niño ¿y después?

Joven es el que se enfrenta a los problemas duros de la vida y encuentra alegría en el triunfo sobre los malos tiempos.

Las pruebas le galvanizan. Los fracasos le vuelven más fuerte. Las victorias le hacen mejor.

La juventud no es un periodo de la vida. La juventud es un estado del espíritu.
Un efecto de la voluntad. Una calidad de la imaginación. 
Una intensidad emotiva.
Una victoria del valor sobre la timidez, del gusto de la aventura sobre el temor.

Seguirás siendo joven tanto como permanezcas verdaderamente generoso.
Tanto como sientas el entusiasmo de dar alguna cosa de ti: pensamientos, palabras, o bien, tanto como el hecho de dar.
Te da la impresión de recibir y por consiguiente, de estar siempre debiendo y deseando dar más.

Permanecerás joven mientras seas receptivo a todo lo que es bello, bueno y verde, pudiendo disfrutar de los mensajes de la naturaleza, del hombre y del infinito.

Uno no se vuelve viejo por haber vivido un cierto número de años.
Se vuelve viejo porque ha desertado de los buenos patrones de conducta.
Los años arrugan la piel, pero desertar de los buenos patrones de conducta arruga el alma.

Si algún día, cualquiera que sea tu edad, tu corazón está mordido por el pesimismo, torturado por el egoísmo y roído por el cinismo, que Dios tenga piedad de tu alma de viejo.