Pateando piedras

Autor: Gary Williams

 

En cierta ocasión, un niño de nueve años y un hombre empezaron a caminar en la playa. El cuerpo del hombre estaba de vacaciones, a muchos kilómetros de distancia de su casa y de los negocios, pero su corazón seguía latiendo por los negocios. Él pensaba que su deber era llegar a la playa de la manera más eficiente. Este hombre vivía apurado.
El niño también tenía una lista de cosas pendientes, pero con mucho menos urgencia. Él recogió una piedra pequeña y empezó a empujarla con pequeños puntapiés a lo largo del camino. Tenía que hacer cierto esfuerzo para mantener la piedra delante de sí, pero el niño no veía razón alguna para que le piedra no siguiera acompañándolos en su camino.
"¡Vamos, apúrate de una vez!", rezongó el hombre. "¡No pienso esperar a que acabes de patear esa piedra!". Con resignación, el niño pateó la piedra para sacarla del camino y empezó a caminar silenciosamente al lado de su padre. Repentinamente, el hombre se detuvo. No sabemos por qué.
Tal vez él se dio cuenta que la playa no era una sala de reuniones, o que el sol se disfruta mejor sin pensar en la hora. Quizás los ojos de su corazón vieron algo en el rostro de su hijo. O de repente fue su propia niñez que afloró a la superficie.
Sólo sabemos que volteó hacia su hijo y le dijo, "¿Qué te parece si te ayudo y la vamos pateando juntos?"
"¡O.K.!" respondió el niño, y rápidamente fue a traer la piedra.
Pronto eran cuatro pies que jugueteaban en el polvo del camino y el hombre trataba de demostrarle al niño a qué le llamaba él "una buena patada". Y en alguna parte de su despacioso avance, el hombre y el niño se volvieron padre e hijo. Cambiaron ideas acerca de la mejor manera de patear una piedra pequeña y lo experimentaban con toda libertad mientras se la pasaban entre sí. Sin reparo alguno se elogiaban a gritos el uno al otro por cada patada bien colocada, y se reían a carcajadas de las otras.
Y el padre volvió a descubrir esa mañana lo que el hijo siempre había sabido. Puede ser muy divertido el patear piedras. La diversión no es complicada. Tampoco tiene que ser cara. Todo lo que se necesita es un camino y una piedra.
La compañía entre las personas no es complicada. Tampoco tiene que ser cara. Todo lo que se necesita es algo que compartir y alguien con quien compartirlo. Ese día, el padre no resolvió ningún problema muy importante, y quizás el mundo ni se entere de su caminata en la playa. Pero por un momento, hubo dos corazones menos acongojados en el mundo, porque un padre pateaba una piedra junto con su hijo.
Quizás aún subsiste algo de lo bueno de ese día. Este mundo necesita más padres con algo de niños y menos hombres de negocios. Necesita padres dispuestos a patear piedras con sus hijos. E hijos dispuestos a enseñarles cómo se hace.