Orar es dar tiempo a Dios

Autor: Padre José Luis Hernando

 

 

Paz y bien para todos.

 

Orar, diría Santa Teresa, que es estar en conversación, charlando y escuchando a aquél que sabemos que nos quiere. Orar es ponernos en la presencia de Dios.Y orar en esta mañana, diría yo, o en esta tarde, es dar tiempo a Dios. La mera presencia orante ante Dios frente al Sagrario o en la soledad de tu habitación, o en el rincón de una iglesia, o en medio del campo contemplando el mar, o en el silencio contemplativo, o diciendo la oración de Jesús que es como un repetir constantemente con fe y con confianza esas palabras, Señor, Jesús, Salvador, ten piedad de mí. Señor, Jesús, ten piedad de mí. En fin, este tipo de oración, lo mismo que puede ser la oración vocal como el rezo del Santo Rosario, con el único objetivo de ofrecer ese tiempo a Dios, tiene de por sí un tremendo valor frente a Dios, porque Dios es el Señor del tiempo. Y una de las cosas que más nos cuesta dar y regalar es el tiempo. Porque queremos tener control de nuestro tiempo, de nuestras horas, de nuestro calendario, de nuestro horario. Y cuando alguien viene a interrumpirnos, entonces inmediatamente decimos, no tenemos tiempo.Ser capaces de dar tiempo a Dios. Es ser capaces de orar. Porque Dios es el Señor del tiempo y cuando oramos y nos ponemos en su presencia y le ofrecemos ese tiempo, aunque a veces no sabemos ni qué hacer con él. Estamos dejando que Dios sea quien tiene control de nuestra vida, de nuestra energía, de nuestro tiempo.Qué importante es tener esta actitud para ser capaces de comenzar a orar. Aunque durante ese tiempo estemos distraídos. Comencemos por decir ¿qué cosas tengo yo que hacer hoy? ¿Cuántas más podría hacer?, pero no voy a tener tiempo suficiente. Y estemos tentados de levantarnos de esa silla o de dejar ese lugar donde hemos querido encontrar un poco e recogimiento. Aunque durante ese tiempo de oración estemos llenos de distracciones y nuestra mente vuele a cuarenta lugares y recuerde cincuenta personas más. Aunque durante ese tiempo estemos también tentados de levantarnos, que sé yo, para poner la radio, para buscar el periódico, para hacer una llamada, para realizar unas notas, para ver qué es lo que durante el día tenemos apuntado para hacer. Aunque surjan todas estas distracciones y tentaciones, aunque no estemos concentrados suficientemente, aunque nos sintamos un tanto perdidos. Aún cuando nuestro tiempo como oración pensemos que es un desastre y estemos totalmente en otro sitio y nuestra mente, repito, se empeñe en ocuparse de otras cosas, el tiempo ofrecido al Señor, sin más tiene por sí mismo un tremendo valor. Y más valor del que creemos muchas veces. Basta con ofrecer a Dios en exclusiva, un tiempo significativo, cuánto más largo, por supuesto mucho mejor. Y estamos ya en el camino de la oración.La oración que diría también Santa Teresa, "es la puerta del alma por la que Dios se cuela dentro de nuestra vida". Cuándo no tenemos oración, la puerta está cerrada para la presencia de Dios. Cuando oramos en nuestra capacidad, pobre o sabia, en nuestra manera de hacerlo. Como aquél que hacía la oración con la fe del carbonero, "Señor aquí está Juan, aquí estoy, déjame que te mire y sobre todo, mírame Tú a mí". Cuando de verdad realizamos y nos damos cuenta de que estamos en la presencia de Dios, esto tiene, repito, un valor incalculable, mucho más valioso de lo que a veces nosotros pensamos o apreciamos.No debemos de dejar de ofrecerle tiempo a Dios, aunque no veamos sentido evidente a esto de orar. Mucha gente cuando les preguntan: ¿Usted ora?, ¿Usted va a la iglesia?, ¿Usted reza?. Y te dicen con toda tranquilidad, tal vez con gran honestidad también, yo no tengo tiempo para eso. Dios es el dueño del tiempo. Nosotros tenemos una vida prestada y no estoy inventado nada, es algo que todos repetimos todos los días. Si Dios quiere mañana nos vemos. Si Dios me presta la vida, espero tener éxito en este negocio. Si Dios me concede tener tiempo y tener años, puede que logre lo que estoy ahora planeando. Luego nosotros no somos dueños ni del tiempo ni de la vida. Pero cuando nos creemos señores y dueños de todo, entonces es cuando no dejamos sitio para Dios. Dar tiempo es dejar que Dios tenga control de nuestra vida, de nuestra persona, de nuestro horario. Al menos por unos minutos, cuánto más tiempo sería mejor y más frutos sacaríamos de este contacto, de este abrir nuestra alma y nuestra vida a través de la oración para que Dios entre dentro de nosotros.No podemos, por tanto, dejar de ofrecer tiempo. Aunque no le veamos un sentido evidente, o nos parezca, repito, que estamos perdiendo ese tiempo precioso. Basta con hacer al menos, para comenzar, un sacrificio de tiempo y ofrecérselo en nuestra pobreza y pequeñez. El resto, si viene, vendrá después, cuándo él libremente quiera hacerlo. Y todo esto nos servirá de tanto provecho a todos nosotros.Les quisiera presentar aquí como una especie de diálogo, que tiene el discípulo con el maestro. "Hicieron un alto en el camino, desde allá se divisaba el valle hondo, un riachuelo y la ciudad a lo lejos. El discípulo se armó de valor y le preguntó al maestro, ¿Cómo yo puedo vivir para ser feliz? ¿Cómo puedo lograr la felicidad? Alguno me ha dicho que entregándome día y noche a la oración. Otros me hablan de austeridad, de cumplimiento del deber en cada momento, de agotarme en grupos de solidaridad, con los más necesitados. No me llegan las horas, decía el discípulo, apenas duermo. Ya no leo nunca o casi nunca. No tengo vacaciones, ni fines de semana. Sin embargo, no me siento feliz. Me dan ganas de escapar. Miro con envidia los aviones que marchan, las gaviotas que vuelan libremente por el espacio. No tengo tiempo para nada. No sé que me pasa. Y Jesús le miró con dulzura a aquél discípulo y repitió dos veces su nombre, mirándole con gran ternura. Surgió una atmósfera de paz y le contestó: está dentro de ti, abre los oídos, escucha como los iniciados, sólo Dios basta. Ten el corazón apoyado y construido en él. No importa hacer mucho o algo menos. Lo que interesa es que él sea alguien en ti. Alguien de verdad, no una idea, un supra sentido, una creencia o una religión, una persona que te ama y a quién tú amas. Entonces aunque trabajes mucho, serás feliz. Entonces viviendo lo nuclear, lo esencial, lo importante, quizás te importe menos dejar el servicio para otro día y te dediques a hablar con los hermanos y amigos en una tarde de descanso. Hasta quizás confiado totalmente en Dios, no tengas miedo a descansar, a leer, a orar, a servir, a tener algún día de vacación. La salvación del mundo no depende de ti, depende de Dios y entonces serás feliz. Por otro lado, piensa que Dios no quiere traer conmoción a tu vida. Solamente desea paz interior y él nos da la oportunidad de escucharle y nos da el gozo de estar juntos a través de ese tiempo en el que en un tú a Tú, nos podemos comunicar."Y dicen que el discípulo desde entonces sonreía. Yo creo que todos nosotros podemos aprender la lección que hoy quise transmitirles. Orar es dar tiempo a Dios.

 

Que tengan todos mucha paz y mucho bien.