Mi día comienza...

Autor: 




Algunas veces,
cuando nos ponemos en presencia de Dios,
no nos encontramos sin palabras.
Estamos preparados para hablar con El
y para escuchar lo que tiene que decirnos.

Suele respondernos
con inspiraciones serenas,
en la silenciosa cadencia de nuestro corazón.

Su voz colmara nuestra alma de su consuelo y de su fortaleza.

Si estas disponible
para hablarle al Seńor,
háblale en la oración.
Alábalo.
Escúchalo.

Pero si, aun teniendo el corazón
lleno de cosas que deseas decir a Dios,
no tienes palabras para hacerlo,
tan solo permanece donde estas,
en la presencia de Dios.

El te ve allí y bendice tu silencio.
Y tal vez, descienda hacia ti
y te tome de la mano,
caminando contigo,
conversando contigo,
llevándote amablemente
al jardín de su Amor.

Pase lo que pase,
es una gran gracia.