Leonardo da Vinci
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Mientras Leonardo da Vinci pintaba La última cena,
se enfadó con cierto hombre, perdió los estribos
y le dirigió unas palabras hirientes.
Al reanudar su tarea, intentó pintar el rostro de Jesús,
pero como estaba tan enojado
no logró serenarse para realizar esa labor
con la necesaria minuciosidad.
Finalmente, soltó los pinceles
y buscó al hombre con el que se había enemistado
y le pidió perdón.
Este lo perdonó, y Leonardo se puso manos a la obra
y pudo terminar el rostro de Jesús.
Es difícil estar enojado con alguien
cuando se contempla el rostro de Jesucristo.
Si guardamos rencores y no perdonamos
es porque perdemos de vista al Señor.