Le llamo pobreza.... 

Autor: Cardenal A. Decourtray




Le llamo pobreza a la disposición interior 
que me permite recibir, 
estar abiertos a las riquezas inéditas de los demás.
Puedo recibir cuando percibo en mi como una carencia,
como una necesidad.
Eso es una luz en mí aunque oscura y lejana, 
como la de una estrella temblorosa en medio de la noche.
Alguna vez el sol del mediodía 
me ha dado su calor y me ha transfigurado.
Pero más bien me pasa como a Moisés,
no veo a Dios más que de espaldas.
En la vida diaria tengo que contentarme
con el recuerdo de aquel encuentro.
Alguna vez también me pasa como a Elías:
el soplo de aquella brisa sutil me refresca el alma;
o el pan y el agua traídos por el Angel
me dan fuerzas para seguir andando
por ese largo camino mío a través del desierto,
que es mi entorno habitual.
Y la alegría está ahí.
Pero que alegría tan especial,
que no hace desaparecer el sufrimiento,
pero va más allá...
Una alegría sin par que acompaña a una pobreza sin par.
Una alegría recibida como un regalo...
Una alegría hecha de pobreza que hace aumentar mi sed.
Y con esta sed me presento ante mi hermano:
para escucharlo
(aunque a veces se trate de oír sus silencios)
y para decirle algo 
(aunque a veces solamente pueda hacerlo sin palabras...)