La importancia de un estímulo positivo

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El patito feo fue un niño que conocí hace muchos años. El patito feo se llamaba Javier y tenía seis años de edad cuando su mamá tuvo una grave enfermedad, por lo que sus abuelos le llevaron al pueblo de vacaciones, mientras ella se recuperaba.

Javier llevaba gafas con unos cristales muy gruesos y los niños del pueblo se reían de él, decían: "feo, feo..." Javier lloraba. Yo me acerqué una vez a él y le pregunté:

"¿Por qué lloras?" Javier me dijo llorando: "los niños no quieren jugar conmigo, me llaman feo y tonto..."

Recuerdo que le dije: "No te preocupes. Un día tus amiguitos te vendrán a buscar para que juegues con ellos." Javier contestó:

"¿Cuándo será eso?" yo le dije: "Verás... cuando tú les demuestres que no eres feo, sino que eres guapo y buen chico.

"Javier entendió eso de ser buen chico pero no entendió lo de ser "guapo". Me dijo: "Pero no soy guapo" Le respondí: "Sí lo eres. Porque si eres un buen chico, entonces eres guapo. Da igual lo que los demás digan de ti."

Javier salió corriendo y se marchó. No volví a verlo hasta muchos años después. Cuando volví al pueblo habían pasado veinte años.

Un día yo iba por la calle y un hombre joven me dijo: "¿Me recuerdas?" La verdad, no le conocía. Me dijo: "
Soy Javier. Todavía recuerdo lo que me dijiste cuando tenía seis años: he sido un buen chico."

Yo le dije: "Sí. Has sido un buen chico, y además eres muy guapo. Lo que te dije era cierto, ¿sabes por qué? porque cuando una persona es bella interiormente proyecta esa belleza hacia el exterior. La belleza no se ve sino en el corazón de las personas. Y eso nos hace verlas con los ojos del amor."