La imagen de Dios

Autor: Manoli González Aguilera

 

¿ Has tenido la misma imagen de Dios en tu vida ?
No, Señor la imagen que he tenido de Ti ha ido cambiando 
con el transcurso de los años.

De pequeña me enseñaron que tenía un Padre en el cielo y 
que había creado la Tierra y el Universo entero y todas las cosas. 

Decían que Tú lo veías todo y para entenderlo mejor, pintábamos 
en el cuaderno o en la pizarra un triángulo con un "ojo" grande, del 
cual Señor tenía miedo, pues donde quiera que iba me vigilaba.


También este Padre Dios daba premios a los buenos y castigos a los malos; 
como comprenderás yo no quería ser mala, temía a que me castigaras.

También este Padre Dios exigía el cumplimento de la misa y fiestas de guardar;
era pecado grave faltar a la misa.

En la adolescencia me alejé de éste Padre Dios, que me vigilaba, 
me castigaba cuando hacía algún mal, que era un aguafiestas que no me dejaba 
hacer lo que yo quería, y me alejé de Ti sin conocerte Señor Dios mío.

Qué mal me enseñaron, y qué pocas ganas o ninguna de saber de Ti, aunque " fiel"a la religión seguía creyendo en ése Padre Dios que además tenía que estar muy lejos y que después de la muerte me encontraría con Él en un juicio.

¡ Cuán equivocada estaba, Señor ! Gracias que Tú, en tu grandísima Misericordia 
te has querido revelar a esta pobre infeliz tan ignorante de Ti, a través de tu Hijo Jesús, Señor nuestro.

Fueron pasando los años y volví a acercarme a Ti a través de un grupo cristiano,
pero te confieso Señor que por mucho tiempo no me enteraba de nada: 
celebraciones, ritos, misas, todo era exterior y vacío.

Llegó el fracaso, el sinsentido, la soledad, el vacío, el desierto más importante 
de mi vida, donde solo me quería morir; y en ese estado, Tú, Señor, saliste al paso, al encuentro de un alma que nada tenía, era la misma nada.

Hablaste al corazón, me sedujiste Señor y me dejé seducir, me diste a conocer cuán grande es tu Amor por mi.

¿ Si te conocieran Señor ! Nadie se alejaría de Ti; Tú no me condenaste, pues así en la esclavitud del pecado, del mundo y de mi misma, tal como estaba, me abrazó tu Divina Misericordia.

Tú no condenas, solo Amas dulcemente.