La flecha y el arco

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“Vosotros sois el arco desde el que vuestros hijos, como flechas vivientes, son impulsados hacia delante.” La imagen de Kahlil Gibrán no puede ser más exacta. Y yo me temo que muchos padres aún no han descubierto la enorme verdad que encierra. 

El arco, el verdadero “arco” es “para” la flecha. Un arco sin flecha se convierte en algo estéril e inútil. E igualmente inútil es un arco que quiere tanto a la flecha que aspira a tenerla permanentemente consigo y nunca la dispara.

Pues la meta de la flecha es el blanco, no el vivir acurrucada junto al arco si hace esto último, también la flecha se convierte en algo inútil y hace inútil al arco. La flecha no es el arco, es distinta de él. Tal vez el arco fue flecha antes; pero desde que es arco, su función principal es ya empujar la flecha hacia delante, hacia el futuro, lo mas lejos posible. Para lanzarla deberá sufrir, tensarse hasta que su carne de arco duela. Y vibrará con dolor en el momento de despegarse de la flecha. Solo después de hacerlo volverá a descansar su cuerda, sabiendo ya que ha cumplido su misión de proyectar la flecha hacia su destino. Y solo entonces se sentirá verdaderamente lleno: cuando este vació por que la flecha esta ya en el blanco. 

Curiosamente los arcos cumplen a la perfección esta tarea; no se conoce ningún arco tan enamorado de sus flechas que jamás las disparase. Pero si se conocen muchísimos padres que se creen que sus hijos son para que los progenitores “disfruten” de ellos. Muchos que no respetan el hecho de que sus hijos sean y quieran ser distintos de ellos. Muchos que tienen como sueño central el que sus hijos sean quieran ser distintos de ellos. Muchos que tienen como sueño central el que sus hijos sean “a imagen y semejanza” suya permanentemente, en lugar de aspirar a que sus hijos logren sacar lo mejor de si mismo y sean ellos mismos verdaderamente. 

Sigo citando a Kahlil Gibrán, que lo dijo un millón de veces mejor de lo que sabría: 

“Vuestros hijos no son hijos vuestros. Son los hijos y las hijas de la vida deseosa de si misma. Vienen a través vuestro, pero no vienen de vosotros. Y aunque están con vosotros, no os pertenecen. Podéis albergar sus cuerpos, pero no sus almas. Por que sus almas habitan en la casa del mañana, en una casa que vosotros no podéis visitar ni siquiera en sueños”. 

Educar en libertad me parece la cosa más difícil del mundo. La más necesaria. Y es difícil por que hay padres que, por afanes de libertad, no educan. Y padres que, por afanes educativos no respetan la libertad. Hacer ambas cosas a la vez es casi como construir un círculo cuadrado. Algo que seria imposible si no existiera el milagro del amor. Algo que es aun más difícil cuando se confunde el amor con los afanes del dominio sobre la persona amada. 

¿Quién no ha conocido a esos perpetuos inmaduros que siguen agarraditos a las faldas de mamá? He conocido mujeres que aun muchos años después de casadas siguen sintiéndose mucho más “hijitas” de sus padres que esposas de maridos y madres de sus hijos. Con lo que construyen una triple tragedia: No han acabado ellas de desarrollarse como personas; condenan a una semisoledad a su marido y carecen de fuerza para lanzar a sus hijos hacia el futuro. Y todo por que no han sabido curarse de sus “hijitis” aguda o por que sus padres siguen practicando la “mamitis” enfermiza. 

El verdadero mundo esta siempre delante de nosotros, no detrás. Querer a alguien no es sacar jugo de el, es ayudarle a que saque de si mismo su mejor Yo, a otro yo mejor. Hay que amar a la gente como el arco ama a la flecha que vuela  , que la ama precisamente por que sabe volar y por que se siente con fuerza para hacerla volar mas de prisa y mas lejos. El mejor amor es el que sabe desprenderse del amado, el que no solo acepta, sino que facilita el que el amado vaya mas lejos que el. Hasta el blanco, hasta ese blanco que se va alejando cada vez que avanzamos hacia el y al que solo se llega con la muerte. ¡Mal amor el que fabrica enanos del alma! ¡Mal amor el que divide en lugar de multiplicar! ¡Benditos, en cambio, los que entienden su propia alma como rampa de lanzamiento de otros seres: hijos, amigos, desconocidos! ¡Benditos, por estarán verdaderamente llenos el día que alguien, impulsado por ellos, suba hacia arriba y les deje vacíos, gracias a tanta fecundidad! 

Es importante que los hijos descubran que si ellos fracasan hacen, en cierto modo, fracasar también a sus padres y entienden que entonces su delito seria doble. Que los padres descubran que todo esfuerzo es siempre útil, aunque generalmente lo sea “a la larga”, pues un amor y una fe bien sembrados terminaran – si los padres mantienen esa fe y ese amor- fructificando. Y que todos descubran el terrible y magnifico riesgo de la libertad. 

Dios, al crear al hombre estuvo seguro de que valía la pena disparar su arco-lo sabia- muchas flechas se perderían. Dios asumió el riesgo. Creyó en el amor y la creación. Confió en la eficacia de la bondad. Y cuando   muchos de sus hijos le fracasaron no, se dejo vencer por la amargura: duplico su amor. Gracias a ello los hombres – aun los malos- tenemos, al menos, el orgullo de llamarle PADRE.