La dama de los chimpancés

Autor: Jane Goodall

Libro: Gracias a la vida

Obtenido en el sitio del Padre Carlos G. Vallés

 

[Jane Goodall ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de este año por su trabajo con los chimpancés en África, que a todos nos interesa ya que nuestro ADN difiere del de los chimpancés en apenas un 1 por ciento. Lo que pocos conocen es la dimensión mística de su trabajo. La cuenta ella misma en su autobiografía cuyo título en inglés es Reason for Hope: A Spiritual Journey, que en castellano han traducido "Gracias a la vida", que está muy bien pero omite el importante aspecto del "Viaje espiritual". La gente sigue teniéndole miedo al misticismo.]

"Hace muchos años, en la primavera de 1974, visité en París la catedral de Notre-Dame. No había mucha gente y dentro se respiraba paz y tranquilidad. Contemplé en silencio, admirada, el gran rosetón, que resplandecía con el sol de la mañana. De repente la catedral se llenó de música; eran los acordes, magníficos, de un órgano que había empezado a tocar para una boda que se estaba celebrando en un rincón, lejos. Era la Tocata y fuga en re menor de Bach. Siempre me había fascinado aquella obertura; pero en la catedral, llenando toda su vastedad, fue como si penetrara y poseyera todo mi ser. Como si la música misma tuviera vida.

Aquel momento, un momento de eternidad captado en un instante, fue quizás lo más cerca que he estado nunca de experimentar el éxtasis, el éxtasis del místico. Era difícil creer que aquel momento plasmado en el tiempo era sólo el resultado del baile azaroso de partículas de polvo primigenio. Puesto que no puedo creer que todo ello se deba al azar, debo admitir al anti-azar. Y, por lo tanto, debo creer en la existencia de un poder guía en el universo, es decir, tengo que creer en Dios. (p. 11)

Es posible que mi experiencia en Notre-Dame fuera una especie de llamada a la acción. Creo que oí, en una versión adaptada a unos oídos mortales, la voz de Dios. No oí palabra alguna, sólo el sonido. Palabras o no, la experiencia fue muy impactante. Cuando miro hacia atrás, mi visita a Notre-Dame me parece un hito fundamental en mi camino. (p. 103)

Aquel momento de éxtasis en la catedral siempre ha estado presente en mí, en lo más hondo de mi ser. (p. 246)

¿Resulta arrogante, presuntuoso quizás, pensar que tal vez pude haber escuchado la Voz de Dios? En absoluto. Todos la oímos, todos oímos esa silenciosa vocecilla que conocemos tan bien, diciéndonos lo que tenemos que hacer. Ésa es, creo, la Voz de Dios. Mi experiencia en la catedral de Notre-Dame fue sobrecogedora, y sumamente reveladora. Es la silenciosa vocecilla que ahora oigo y que me invita a compartir escribiendo este libro." (p. 247)