Hombre de Dios
Autor: Padre Jesús Urteaga
Libro: El valor divino de lo humano
"Siempre me dio miedo y pena ver cómo se entendía la figura de nuestros santos. Los habíamos situado entre los personajes legendarios, a una gran distancia de nosotros, muy metidos en la historia de hace siglos; les habíamos puesto o muy bajo, muy bajo, viviendo en las cuevas, aislados del ruido de las grandes urbes, o muy arriba, muy arriba, por encima de las nubes; siempre muy lejos, muy lejos de nosotros.
La verdad es otra muy distinta, ya que viven cerca, muy cerca de ti y de mí. Tan cerca, tan próximos que, a la hora en que tú estás leyendo estas páginas, hay santos que están leyendo lo mismo contigo. Así tan cerca están de nosotros. Lo que ocurre es que la santidad no tiene por qué manifestarse siempre al exterior.
No son superhombres, sino cristianos corrientes que frecuentan tu fábrica, uno de los que asisten a tu cátedra, uno de los que se sientan contigo en el despacho o te atiende detrás de una ventanilla; uno de los que te ceden el asiento en el autobús, un compañero tuyo en el quehacer de cada día.
Así son en su porte externo esos hombres de Cristo. Ningún distintivo los diferencia de la masa de los trabajadores. Pero interiormente son hombres llenos de fe, esperanza y amor; con mucha fe, mucha esperanza y mucho amor. Estos hombres de Cristo no son impecables. Todo santo, todo cristiano, toda criatura de Dios, por ser hombre, tendrá siempre defectos.
Los santos para llegar a la perfecta unión con Dios en esta vida, cuentan con que la naturaleza humana que es como es, y saben a ciencia cierta que únicamente conseguirán la perfección después de la muerte, de esa muerte q
Me gusta que estudiéis los defectos de los santos y lo que hicieron para desecharlos. Te animarás al verlos hombres, muy hombres. Cristo no conoció el pecado. La Madre que tenemos en el cielo, tampoco. Todos los demás han conocido los defectos humanos.
Son perjudiciales y pueden llegar a deformar las conciencias de algunos cristianos las biografías de santos que nos presentan a sus protagonistas como impecables o poco menos, dando la sensación de que la santidad es patrimonio de algunos pocos privilegiados. Es un error que debe evitarse porque destroza la verdad del Evangelio.
«Sed perfectos», se nos dice a todos. Todos los hombres pueden lograr la perfección.
No hay ocupación humana, con ello descarto las «exclusivamente animales», en la que no se pueda uno santificar. Dios, que nunca hace nada inútil, depositó en nosotros el germen de virtudes que a nosotros corresponde desarrollar. Así, unos serán audaces por carácter; otros, alegres; otros, generosos, trabajadores. Todos deben esforzarse por conseguir aquello que les falta.
Si miramos años atrás, tal vez veamos una vida pobre, muy pobre. Nada hemos hecho hasta ahora, pero nos fiaremos de la palabra de Dios y el milagro se operará. La vida de los años pasados queda borrada con la confesión. Nuestra mortificación purificará las sucias sombras"