¡Estoy hablando con tu madre! 

Autor: P. Mateo Bautista

 

 

Hay gente que cree que la oración es un mercado persa, donde hay que utilizar todas las artimañas piadosas para que Dios termine cumpliendo la voluntad de uno. Hay gente que cree que la Virgen y los santos son un "correveidile”…

Erase que se era una solterona empedernida. Lo había intentado, pero nunca llegó con ningún galán a la operación final del matrimonio. ¡Y llevaba muy mal la soledad de su soltería! Porque, lo que no se asume...

Con Dios ya no insistía pues estaba un poco resentida con él.

- ¡Cómo puede ser que Dios no me haya dado un novio!

Y como nuestra solterona, de nombre Eloísa, escuchaba poco, es decir, casi nada a nadie, también en la oración hablaba, hablaba, hablaba y nunca escuchaba a Dios, que seguro le hubiese susurrado en lo hondo de su corazón:

- Dime, mi querida Eloísa, ¿no será que no encuentras novio porque no te preguntas qué tienes tú que cambiar y qué tienes para ofertar de bueno a un hombre, aunque sea Un solterón como tú?

Y Eloísa seguía soñando con un galán que la hiciera feliz y no con un galán a quien hacer feliz.

Pero el novio no llegaba ni con limosnas "coimeantes" a San Antonio. Eloísa decidió acudir con mucha fe a la Virgen María; ella que era mujer y madre...

- Seguro que la virgen me entiende y me va a ayudar a encontrar un marido que me haga feliz.

Y todos los días acudía ante la imagen de la Virgen de su parroquia. Pasó el tiempo. El novio no llegaba. Eloísa, que antes rezaba en profundo silencio, consideró que debía orar en voz alta, como para pujar más. Y así lo hizo.

El cura, sacristán y monaguillos estaban admirados, pero su prudencia les aconsejó esperar a que aquella "neura" se le pasara. ¡Total, como casi todos la conocían...!

Pero el asunto fue a mayores. Eloísa cada vez levantaba más el tono. La cuestión se hizo compleja porque nuestra solterona desestimó las advertencias que le hacían llegar los monaguillos, el sacristán, el párroco y hasta algunos fieles que acudían a rezar.

Como aquello no se remediaba, un día, un monaguillo ideó una estratagema por su cuenta. Muy disimuladamente, se colocó debajo del amplio manto de la Virgen y esperó pacientemente la llegada de Eloísa. Esta, como siempre, oró en voz alta:

- Virgen santa, te lo ruego, concédeme un novio, que me voy a quedar solterona para vestir santos.

Y una voz infantil respondió:

- Eloísa, Eloísa, soy el niño Jesús y te digo que te quedarás soltera para toda la vida.

Eloísa clavó los Ojos en la imagen del niño Jesús Y con tono piadoso pero agrio le contestó: 

- ¡Niño Jesús, haz el favor de callarte que estoy hablando con tu madre!



Moraleja

En el orar, no creas que a Dios le vas a chantajear.