El placer de servir

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Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.

Sé el que aparta la piedra del camino,
el odio de los corazones
y las dificultades del problema.

Existe la alegría de ser sano y de ser justo;
pero hay, sobre todo, la inmensa alegría de servir.

¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que acometer!

¡Que no te llamen solamente los trabajos fáciles,
es tan bello hacer lo que otros esquivan!

Pero no caigas en el error
de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos:
hay pequeños servicios que son buenos servicios:
regar un jardín, ordenar unos libros, peinar a una niña.

El servir no es sólo tarea de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamársele así: El que sirve.

Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos
y nos pregunta cada día:
¿Serviste hoy? ¿A quién?
¿Al árbol, a tu amigo, a tu madre?