¿Dónde está el Espíritu Santo?

Autor: Padre José Luis Hernando

 

 

Paz y bien para todos.

Jesús resucitado se presenta de distintas maneras y en diferentes lugares, y muchas veces estando las puertas cerradas, teniendo los discípulos un ambiente de miedo, Cristo el resucitado se hace presente en medio de ellos. 

Se hace presente como presencia viva y creativa. Sopla sobre sus mentes confusas, sobre sus vidas inmovilizadas por el miedo y entonces todo cambia. Comienza una nueva creación, un nuevo orden. Todo se inicia a partir del perdón y de la reconciliación. El primer don del Espíritu Divino es el perdón, es la paz, es el sentir la calma en el espíritu para entender el lenguaje de Dios. Los discípulos pasan de la situación del caos y de la confusión que siempre crea el miedo a un estado de alegría y de paz. 

Deberíamos dejar abiertas las puertas, perdidas las llaves, olvidados los mil cerrojos con los que tratamos de asegurar a supervivencia. Deberíamos por un momento no echar más llaves, dejar entornadas las puertas y ventanas de modo que entre el viento y nos sacuda con su ruido y con su ímpetu. Este viento es la presencia transformadora del Espíritu Divino. No nos contentemos con que se filtre a través de las rendijas y no tengamos miedo. No pretendamos seguir en el caos. 

Este viento romperá las cortinas solemnes, los velos delicados. Hará que oscilen peligrosamente las lámparas. Dejemos que él haga volar los sombreros de nuestras cabezas, las cofias, las mitras, las pelucas o los peluquines. Dejemos que él vuele de nuestra cara las máscaras, los espejuelos ahumados, todos los equipajes que nos impiden caminar o ver, o sencillamente ser lo que somos. Dejemos que el viento de su espíritu silbe rabioso; es un viento que arrastra, que levanta, que desbarata, que desordena, que sacude y que arranca de raíz. 

Es un viento que barre lo que no sirve y nos abofetea si, tenemos el valor de dejarnos tocar aunque nos duelan sus bofetadas. Pero el Espíritu de Dios todo lo que toca lo cambia. Hagamos la prueba, al menos por una sola vez de acoger al Espíritu de Dios como elemento de turbación, de improvisación, de verdadera inspiración. Él es portador de cosas jamás vistas, jamás, oídas, jamás experimentadas anteriormente. 

Es un espíritu siempre joven y siempre nuevo, pues el Espíritu de Dios es creador y es renovador. Es nuevo en cada amanecer, se estrena su espíritu en la creación de cada día. Si en el aposento alto todos se llenaron del Espíritu Santo, que hoy nosotros tengamos el coraje de dejarnos habitar, de dejarnos llenar por este mismo espíritu. El Espíritu de Dios se presenta como fuego, no es un fuego decorativo, algo así como una llama pintada, como alguien se siente ignorado cuando se le compara a una persona pintada en una pared o enmarcado en un viejo cuadro. El Espíritu de Dios no es una, que sé yo, un simple fuego, algo así como la tibieza mas fría que calurosa que emana de tranquilidad y de la mediocre chimenea de cada uno de nosotros. Estamos hablando de un espíritu vivo como el fuego que enciende y que quema. Viene a cambiar nuestras actitudes y sobre todo nuestros sentimientos, pone vida emoción sentimiento, impulso, vibración. Nos estremece, nos conmueve, nos convence, hace que demos mas importancia a lo espontáneo que a tanta programación fría y burocrática en la que a veces queda encerrado y ahogado el espíritu de Dios. 

¿Y como encontrar este espíritu? Alguien podrá preguntarse. Hay muchos que se quejan de no saber donde encontrar el Espíritu de Dios. Para tener una pista de búsqueda, baste sólo mencionar estas palabras de la Biblia. “Nadie puede decir Jesús es el Señor, sino es bajo la acción del Espíritu Santo, pues es el espíritu quien pone en nuestros labios y en nuestro corazón, palabras para hablar a Dios. 

Para poderle decir “Abba, Papa, Papito.” Lo pueden leer en la carta de Pablo a los Romanos, el Capítulo 8, Verso 14 y 26. Por tanto si logras hacer una oración es porque el espíritu te ha puesto en tu corazón esa palabra y esa intención. Si rompiendo el cerco de tus intereses, si olvidando orgullos y egoísmos vas al encuentro de alguien que vive en una total soledad o miseria, y lo haces sin que nadie te vea es que el Espíritu de Dios te ha empujado a hacerlo. 

Si eres generoso con lo que tienes, y tratas de compartir con los que no tienen comenzando por tu propia iglesia y tantas obras de caridad a las que puedes contribuir es porque el espíritu de Dios te ha motivado. No porque tengas mas o tengas menos, sino porque tu fe y tu creencia en ese Espíritu Divino te está haciendo ser generoso. Si tienes fuerza para olvidar, para perdonar, aunque todos a tu alrededor consideren que tu gesto es de cobarde, según los valores del mundo. Si participas por tanto del don del perdón, es que el espíritu de Dios te ha hecho sentir así.

Si te encuentras con alguien que al hablar te llega, pues su palabra es viva es eficaz, es original, es palabra que calienta y anima el corazón, es palabra ciertamente inspirada por Dios. Entonces puedes estar seguro de que es el espíritu quien puso esas palabras en los labios de quien te habló. Hay tantos que al hablar nos cansan y no nos dicen nada. Con sus frases mil veces repetidas, con sus discursos prefabricados, con sus consejos moralizantes, con sus respuestas que no solucionan nada, con sus frases de conveniencia huecas y sin vida, ciertamente que ahí no está el espíritu de Dios, mas bien está el ego de cada individuo con su vacío y su cansancio. 

Si al acercarte a la Biblia lees una página, que te la tienes aprendida de sobra pero en ese momento encuentras algo nuevo en ella, la ves con una nueva perspectiva. Descubres en ella todo un mundo de esperanza, entonces es 
que el espíritu de Dios ha sido quien te guió hasta esa fuente olvidada de vida. Si te arrepientes de tus pecados, y en ese momento te entran ganas de llorar y de nacer, es que Dios quiere producir en ti una nueva creación. Tus lágrimas de vergüenza y arrepentimiento son como las aguas del diluvio que dan paso a una nueva creación, y entonces puedes estar convencido de que fue el Espíritu de Dios quien se ha interesado en tu vida, que ha concentrado sobre ti su acción purificadora y fecundadora. 

Creo que ahora entenderás mucho mejor que no es tan difícil encontrar al Espíritu de Dios. Todo es cuestión de buscarlo y sobretodo de detectarlo en tantos detalles y situaciones en que Él está actuando y a veces ni nos damos cuenta o no nos interesa responder a su llamada o reaccionar ante su acción impetuosa. 

Yo les invito a que abran las puertas y ventanas de sus vidas para dejar entrar al Espíritu Santo, al Espíritu de Dios. Tú quien quiera que seas abre las ventanas de tu templo para que entren los vientos de la gracia, para que corran las brisas del Espíritu Divino, para que Dios nazca dentro de ti y todo cambie. Llénate de una nueva alegría y una gran esperanza. Repite muchas veces esta súplica. Ven Espíritu Santo, ven. No tardes, te necesito, ven Señor, ven. Amen, que así sea.

Tengan todos mucha paz y mucho bien.