Dialogo en la Cruz
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Para uno de los malhechores crucificados con Jesús llegó el momento de la verdad: de repente descubrió que al salir de las manos de la justicia humana,
iba a caer en las de la justicia divina. Sólo quedaban algunas horas más, e iba
a dar el paso que tanto temen los seres humanos. Hacía un momento, él
blasfemaba como su compañero; pero luego se examinó. En medio de su angustia, vislumbró una esperanza. Se dio cuenta de que a su lado, crucificado como él, se hallaba un ser excepcional. Éste, aunque condenado injustamente, no se quejaba, no blasfemaba, e incluso imploraba el perdón de Dios por sus verdugos.
La perfección de Jesús le permitió ver su propia culpabilidad y le dio a entender que podía hallar la salvación al confiar en él. Habló a Jesús y la
respuesta que recibió lo tranquilizó plenamente. No sólo no debía temer la
condenación divina, sino que recibía la certidumbre de una felicidad cercana
y eterna con Jesús.
¡Qué fe tuvo el malhechor arrepentido! Pese a sus numerosas faltas
pasadas, no dudó del real advenimiento de este crucificado y confió por
completo en él.
¡Qué gracia en la respuesta incondicional de nuestro Señor, quien dio
a este miserable la plena seguridad de un eterno más allá en su compañía:
"Hoy estarás conmigo en el paraíso"!
"Estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor" (Filipenses 1:23).