Decálogo para convertir nuestra oración en acción

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1. Comienza el día poniendo los pies en el suelo y diciendo: Jesús, Jesús. 

2. Con el comienzo de la jornada no pienses que comienza un día más. No. Este es el día concreto que Dios te brinda para extender su Reino. Valóralo como tal. Ámalo. 

3. El primer alimento del día es el PAN. Da gracias al Señor por su delicadeza, después agradécele también el primer alimento de tu cuerpo. 

4. Recuerda que Jesús nos dijo: “Id por todo el mundo. Yo estaré con vosotros día tras día”. (Mt. 28, 29). Imagina que te lo acaba de decir a ti, ahora que comienza éste. Y no te sientas solo en ningún momento. ¡Él está contigo!. 

5. Para que tu acción se convierta en oración, procura elegir aquellas que más favorezcan la llegada del Reino de Dios y su Justicia. 

6. Acuérdate de poner tu mirada de paz, cariño y fe en esa persona que tienes más cerca, ese ambiente que te rodea, el acontecimiento de hoy. Trata de buscar y descubrir la presencia de Dios en todo ello. 

7. A lo largo de las 24 horas, no te obsesiones con tratar de ver o pensar en Dios a cada paso. Ya le brindaste ese tiempo... Le sabes junto a ti y con eso basta. 

8. Pero, aunque no sea más que fugazmente salta a la súplica, a la alabanza, a la gratitud hacia tu Dios. A Él le gustará. 

9. Luego, al caer de la tarde y cansado de tanto luchar, siéntate junto a Jesús, y reproduce la escena de Mc. 6, 30-31 “Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho. Entonces Él les dice: ‘Venid también vosotros aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco’”. 

10. Por fin, ya no te queda más que recordar aquello de que siervos inútiles somos. Pídele disculpas y entrégate al sueño con la confianza de quien se sabe en brazos del más tierno de los Padres, y a soñar... Soñar con la lucha de mañana, de nuevo junto a Él.