¿Cual es el objetivo: servir al ego o al espíritu?

Autor: David Fischman, "El Comercio" 6 Dic, 2000

 

Un arquero que no sabe dónde está su blanco, desperdiciará muchas flechas hasta que alguna dé en el objetivo. Lo mismo nos ocurre cuando no sabemos cuál es nuestra meta. Podemos invertir toda la vida y nunca dar en el "bull".

Los juegos electrónicos que simulan carreras de autos nos introducen, por minutos, en una realidad imaginaria. Pensamos y sentimos que somos pilotos.
Ansiamos ganar la carrera y sacar más puntos. Al culminar el juego nos queda una sensación adictiva a la adrenalina, pero somos conscientes de que no somos corredores de autos: todo era una diversión.

De la misma forma, en la vida real, manejamos un vehículo que es nuestro cuerpo y estamos convencidos de que debemos ganar con él la carrera de la vida.
Vivimos tras alcanzar metas y obtener logros materiales o reconocimiento, pensando siempre en el mañana. Estamos tan involucrados en esta carrera que descuidamos las cosas importantes del presente. Como en el juego electrónico, la adrenalina nos condiciona a seguir en el mismo camino.

Carlos Vallés cuenta la historia de un ejecutivo que toma un ascensor para ir al decimocuarto piso. Al mismo tiempo suben unos niños que empiezan a marcar los botones de todos los pisos. Los niños gozan cada vez que se abre y cierra la puerta del ascensor. En cambio, el ejecutivo los quiere estrangular porque está apurado por llegar a su piso.

Para el ejecutivo, el ascensor es sólo un vehículo para lograr su meta: llegar al piso catorce. Para los niños, disfrutar el viaje en el ascensor es la meta en sí misma.

¿Cuál es el verdadero objetivo de nuestra vida? Subir a pisos elevados en
nuestro desarrollo profesional como el ejecutivo o disfrutar, como los niños en el ascensor, y desarrollar nuestro espíritu en el camino.

Cuando el juego de la vida acabe, no nos llevaremos bienes, títulos, ascensos o logros. Sólo nos llevaremos nuestro espíritu. Si ese es el objetivo de la vida, nuestra percepción de los problemas debe cambiar.

Los obstáculos en la vida son retos para enriquecer nuestro espíritu. Una
persona que quiere dominar el deporte del kayac, jamás lo logrará navegando sólo en aguas tranquilas. Superar los rápidos del río le otorgan la habilidad.
Nuestra vida también nos ofrece dificultades, que son oportunidades que debemos aprovechar.

A veces no logramos una meta importante, o hablan mal de nosotros, o cometen alguna injusticia contra nosotros. Si reaccionamos negativamente, con rabia y deseos de venganza, estaremos desarrollando el ego y no el espíritu. Si el objetivo de su vida es desarrollar el espíritu, aproveche la oportunidad y tome distancia del incidente. Uno desarrolla el espíritu cuando sus acciones y emociones son guiadas por el amor. Comprenda que las personas cometen errores y que ellas, eventualmente, aprenderán las consecuencias de sus actos. No debemos juzgarlas.

Juzgar es un mecanismo del ego para inflarse y sentirse superior. Hágase sí responsable de sus acciones. Si no logró sus metas, persevere. Si alguien habló mal de usted a sus espaldas, enfrente a la persona y pídale que no lo vuelva a hacer. Actuar enriqueciendo el espíritu no es permitir que lo maltraten, es evitar que nosotros mismos nos maltratemos llenándonos de emociones destructivas y en consecuencia, actuemos negativamente.

Anthony de Mello cuenta que un empresario se acercó a un maestro y le
preguntó: "¿En qué podría ayudar la espiritualidad a un hombre de mundo como yo?".

El maestro le respondió: "Te ayudaría a tener más".

El empresario intrigado preguntó: "¿De qué manera?".

"Enseñándote a desear menos", respondió el maestro.

Nuestro espíritu no se enriquece deseando prestigio o bienes. Más bien se desarrolla cuando pasamos por encima de nuestros deseos egocéntricos y tomamos una actitud de servicio y amor hacia las personas.