Canto a Jesús

Autor: Leoncio Gianello

 

Pálido rabino de carnes de lirios...
Porque conociste todos los martirios,
Porque levantaste tu cruz de dolor,
Porque arremetiste contra los perversos,
Porque tus palabras eran como versos
Yo quiero cantarte mi canto de amor.

Por los que no saben que el pesar existe,
que el beso es amargo cuando se está triste,
porque por doquiera se cierne el dolor,
por los que en la vida marchan como extraños
Y sabrán de golpes y de desengaños,
yo quiero cantarte mi canto de amor.

Por los que en un día lloraron sus cuitas,
Los que deshojaron como margaritas
Los ensueños locos que mató el dolor;
por los fracasados, por los angustiosos,
por los que conocen todos los sollozos
yo quiero cantarte mi canto de amor.

Señor de los malos, Señor de los buenos,
que sobre unos pobres dolores terrenos
levantas en cambio tu reino de luz...
Nieztche te blasfema, Renan te falsea,
Los dos han manchado con fango tu idea,
Jesús Nazareno que fuiste a la cruz.

Pasa la avalancha de tus detractores,
deja atrás algunos mezquinos rencores
mucho de mentira, mucho de maldad;
y tu permaneces sereno y glorioso
igual que un perenne Lucero radioso,
en el alma tiempo de la Eternidad.

Todos, en el Padre, fueron tus hermanos:
los hermanos cóndores, los bueyes hermanos,
y el hermano lobo que cantó Rubén;
y todos cabían dentro tu cariño;
por todos, rogaba tu verbo de armiño,
bajo las estrellas de Jerusalén.

Y pocos supieron seguirte en la senda:
te hiciste lejano como una leyenda,
como el ave errante y el lucero gris...
pero, por el mundo ciego de verdades,
marchaba sembrando sueños y bondades
con sus florecillas Francisco de Asís.

Cada cual ofrece, Señor, lo que puede:
que el lirio perfume, que el peñasco ruede;
Anatole France cuenta que un juglar
porque sólo trovas y muecas tenía
a la inmaculada Señora María
se las ofrendaba al pie del altar.

Y yo, doloroso Jesús, que me diste
este privilegio de estar siempre triste
y dejar que el alma se vaya en canción
yo que nada puedo, Señor, ofrendarte,
un ramo de versos vengo a deshojarte
con la pena vieja de mi corazón.

Y en cambio, te pido con ruego anhelante
que vuelva de nuevo tu sandalia errante
que en cada pisada dejaba una flor,
Vuelve por los débiles, por los angustiosos,
por los que conocen todos los sollozos
por los que no saben lo que es el amor.

Vuelve por el manso, vuelve por el triste,
por el que no sabe que el placer existe,
vuelve por el malo, por el bueno ven.
Por todas las rosas de todos los junios,
y las hostias blancas de los plenilunios,
Te ruego, Maestro, que vuelvas, amen.