Amor y aceptación

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Aunque no es fácil, podemos aprender a hacer un buen manejo del dolor y de las desgracias o las derrotas. 

Un primer paso es cultivar la capacidad de aceptación que nos empuja hacia la superación y nos libra de la depresión. 

La aceptación no es una resignación pasiva, sino una actitud que con un realismo positivo armonizar la calma con la esperanza. 

Aceptar lo que nos hace sufrir es reaccionar con serenidad, y al mismo tiempo con fuertes deseos de salir adelante. 

Después de todo, la desgracia es una compañera de viaje tanto como la felicidad y lo mejor es hacerse amigo de ella. 

Ojalá digamos con Lacordaire: "La desgracia abre el alma a unas luces que la prosperidad no ve". 

En las crisis mostramos nuestra fortaleza y en el dolor maduramos, nos purificamos y valoramos todo desde una perspectiva más amplia. 

Así lo experimentaron siempre los sabios. Un buen ejemplo lo tenemos en San Pablo y su actitud ante tantas penalidades: Corintios 11 y 12.