A María, en los tiempos y fiestas del año litúrgico

Autor: Andrés Pardo

 

Señora nuestra,
Virgen de limpia hermosura,
Reina del cielo,
Madre del que es la Vida para el hombre,
Madre de todos los hombres,
Llena de Gracia,
Templo de la Trinidad,
Imagen luminosa de la Iglesia,
por ti asciende hasta el único Señor
el cántico de alabanza
desde el nuevo milenio que empieza.

Virgen del Adviento, vestida de Inmaculada,
tú eres el feliz exordio de la Iglesia,
sin mancha ni arruga,
entra en nuestros corazones,
para que descubramos que eres Madre de la esperanza
y te imitemos vigilantes en la oración
en la espera del Nacimiento del Hijo de Dios.

Señora de Belén y Señora del silencio y de la luz,
Madre de la Navidad,
atráenos huta ti,
como atrajiste a los pastores sencillos y a los sabios Magos,
para que podamos escuchar el cántico de los ángeles
que anuncian la paz a los hombres que Dios ama.

Virgen de los Dolores
con el corazón crucificado y herido,
a los que hemos sabido cantar villancicos
ante la cuna del pesebre,
concédenos saber llorar penitentes
al pie de todas las cruces
de los calvarios de la tierra.

Virgen gloriosa de la Pascua,
que en la mañana de la Resurrección
sentiste el latido inmortal de la nueva vida,
alcanza para nuestras vidas tristes
la alegría incesante de sabernos resucitados.
Reina de Pentecostés, Cenáculo del Espíritu,
ruega a tu Hijo, el Señor,
para que el fuego del Espíritu Santo
abrase nuestra timidez
como rompió la timidez apostólica,
para que en todos los lugares y circunstancias
sepamos hablar a Dios y hablar de Dios.

Porque tú eres el orgullo de nuestra raza
y el honor de nuestro pueblo,
bendecimos a Dios en tu Natividad,
ya que fuiste escogida para dar a luz
al Sol eterno, Cristo, el Señor.
En tu presentación en el templo,
nos manifiestas que eres casa habitada por Dios
y nos invitas a la ofrenda de nuestros corazones.
Por calzadas de primavera recién estrenada,
Virgen de Nazaret,
supiste decir sí al ángel en la Anunciación
para que el Verlo se hiciera carne
y te convertiste en Tienda del Verbo,
y Arca de la Nueva Alianza
enseñándonos a aceptar la voluntad del Padre de los cielos.

Tú que caminaste por las montañas de Judea
para ayudar y visitar a tu prima Isabel,
y escuchar de sus labios el primer «Ave María»,
ayúdanos a saber llevar y hacer presente a Cristo
en todos los ámbitos de la vida,
para que podamos alabar a Dios con tu «Magnificat».
Como en Caná,
intercede para que se convierta en vino generoso
el agua disipada de nuestras vidas
y así podamos hacer «lo que él nos diga».
Nos alegramos en tu Asunción a los cielos,
porque eres la Mujer vestida de sol,
con la luna bajo tus pies,
coronada de doce estrellas
como Reina del género humano,
Tú eres signo de esperanza y de consuelo para nosotros,
que todavía peregrinamos en la tierra

Madre y Señora nuestra,
acoge benévolamente la plegaria de tus hijos,
bendice la alegría de quienes saben amarte.
Como estrella piadosa,
ilumina nuestros horizontes cerrados.
Socorre a los claudicantes,
ayuda a los pusilánimes,
conforta a los débiles,
remedia la soledad de quienes se sienten solos y tristes.
A todos concédenos
la gracia de vivir con fe nuestra existencia
tú que te hiciste camino del que es Camino, Verdad y Vida.
Que vive y reina por los siglos de los siglos.
R./Amén.