Abracadabras de cada día

Autor: Rodrigo Serrano

 

 

Hace algunos días me tocó presenciar el show de un mago. Entre magia y magia hacía aparecer y desaparecer palomas, conejos, naipes, etc. Era un verdadero experto en el arte de la ilusión. Reflexionando un poco después de terminado el espectáculo - dentro de lo mucho que se puede reflexionar - me di cuenta de que había algo en común a todos sus trucos: "la palabra mágica". Sin ella ninguno funcionaba. Era un abracadabra pata de cabra que permitía la aparición o desaparición del objeto deseado.

Dejándonos de magias, creo que en la vida cotidiana existen una serie de
palabras o gestos mágicos que poco a poco vamos olvidando. Su uso no nos
traerá un conejo o una paloma pero sí nos hará la vida más agradable y
sencilla. Me refiero a esas palabras de cortesía y amabilidad que pueden
abrir las puertas de los corazones más cerrados.

Cuántas veces nos habremos encontrado ante la siguiente situación: "me lo dijo de tal forma, que no pude decirle que no".

Son pequeñas palabras, simples, pero que pueden hacer mucho bien. Qué cuesta pedir las cosas por favor o bien tener siempre el gracias en los labios.

 Su uso implica entre otras cosas, el aceptar que puedo tener como respuesta un no, por algo estoy pidiendo por favor. También implica la conciencia de
haber recibido algo que no me correspondía. Ahora, qué pasa cuando lo que se
pide no es un favor sino el cumplimiento de un deber; o la acción realizada me era debida. Antes de responder, yo haría la siguiente pregunta ¿Gastamos más energía por el solo hecho de agregar estas palabras? ¿Exigen ellas un mayor desgaste mental? No. Entonces ¿Por qué no usarlas?

Crear este hábito, para el que no lo tiene, puede ser un poco difícil. Éste requiere de dos cosas fundamentales. Primero, una reflexión sobre nuestros
actos y sobre todo, de que estamos dialogando con otra persona. Ese otra
persona no es un objeto ni un esclavo y merece todo mi respeto. Segunda, y
es la que más cuesta, humildad. Sólo aquél que vive esta virtud sabrá pedir
con cortesía y agradecer siempre lo recibido por merecido que le fuera.

La vida diaria está llena de situaciones especialmente adecuadas para poner
en práctica estas palabras mágicas. Recuerdo que mi cuñado, siempre que
pasábamos por un peaje, hacía alguna broma simpática con quien estaba detrás de la ventanilla. Algo muy sencillo pero que sacaba a ese hombre de la
monotonía y aburrimiento de su trabajo. Así como éste, podría enumerar miles
de personas que diariamente trabajan para nosotros y que tal vez nunca les
hemos dirigido si quiera una sonrisa de agradecimiento. Me refiero a la cajera del supermercado, sobre todo cuando éste está atiborrado de gente; al señor que todos los días recoge la basura de la entrada de nuestra casa y que tal vez no sabemos ni cómo se llama; al guardia de seguridad que vigila el vecindario y que pone en peligro su integridad para que nosotros durmamos tranquilos.

 Todos no hacen más que cumplir con su deber, pero que diferente les sería la vida si recibieran constantemente estos gestos de amabilidad de parte nuestra.

Seguramente, para los que no tengamos el hábito, en un principio nos resultará incómodo, antinatural. Así sucede siempre cuando se quiere poner en práctica algo que pareciera no estar de moda, en un mundo donde se impone el más prepotente. Ser amable un nunca pasará de moda, por más que los hechos quieran mostrarnos lo contrario. Nunca es tarde para comenzar a serlo. Exige dedicación y constancia de nuestra parte, pero puedo asegurar que será un tiempo bien invertido. No tenemos nada que perder al usar estas palabras mágicas y, por el contrario tenemos mucho que ganar. Son los abracadabras de la vida diaria.