Yo no creo sino lo que entiendo

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Caminaban en cierta ocasión un sacerdote y un caballero que alardeaba de incrédulo. 
El caballero declaró: 
–– “Yo no creo sino lo que entiendo”. 
El sacerdote le preguntó:
–– “Oiga, ¿cree Ud. Señor en el fuego?”.
–– “Naturalmente”.
–– “¿Y en la mantequilla?”.
–– “Por supuesto”.
–– “¿Y en los huevos?”.
–– ¿Cómo no voy a creer?”.
–– “Entonces, ¿podría usted explicarme por qué el fuego derrite la mantequilla y endurece los huevos, y no al revés?”.
El caballero quedó cortado.
“Señor –prosiguió irónicamente el Sacerdote–, entonces, ¿cómo se atreve Ud. a decir “yo no creo sino lo que entiendo?”.