No hay respuestas...

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Hay momentos en la vida 
que no tienen respuesta ni explicación; 
sucesos, acontecimientos, 
experiencias vividas, 
tantas cosas que no sabemos 
por qué suceden o por qué las debemos vivir. 

Muchas veces nos quedamos estancados
buscando las respuestas y no avanzamos,
porque nos da miedo continuar 
en medio de la incertidumbre que nos 
produce el no entender y 
no aceptar esas cosas 
que nos han de pasar.

Amores que llegan y se van sin avisar,
heridas, vacíos, enfermedades, 
caídas, pérdidas, caminos que se abren, 
puertas que se cierran,
circunstancias que afrontar, 
decisiones que tomar. 

todo ello invade nuestra mente,
llenándola de preguntas inciertas 
que no encuentran respuestas, 
nos llenan de angustia, 
atentan contra nuestra fe, 
se convierten en la piedra en el zapato 
que no nos deja seguir. 

Muchas de estas preguntas
se convierten en cadenas 
que nos han de esclavizar, 
nos aferramos a ellas, 
y aunque quizás respondamos algunas, 
formulamos otras, 

porque nos hace falta buscar excusas
que nos torturen y nos hagan dudar, 
fabricando temores 
que nos arrebatan la paz.

No busquemos respuestas 
que quizás no llegarán, 
hay cosas que suceden 
porque así deben ser, 
aunque no entendamos el porque y 
sintamos que no tenemos 
las suficientes fuerzas 
de asumirlas y continuar.

No hay más opciones que vivir,
seguir, creer, 
no perder la esperanza 
de que vendrán tiempos mejores 
que compensarán las luchas 
que hemos asumido valientemente, 
sin renegar por todo,
sin rendirnos, sin renunciar.

Por eso, 
más que buscar respuestas, 
démoslas nosotros mismos 
con nuestro vivir y actuar, 
que quien nos encuentre en el camino
descubra en nosotros 
que hay un Dios de amor que existe y 
que se manifiesta
en lo más sencillo y pequeño,
aún en todo aquello que no entendemos
y que a veces nos hace dudar. 

No hay más respuesta 
que la fe que nos da fuerzas y
nos llena de paz.