Doble trabajo, doble paga
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Una vez se le acercó a Isócrates un joven que, con gran derroche de palabras vanas, pidió ser
admitido como discípulo.
Se dice que Isócrates lo admitió, pero quiso cobrarle el doble que al resto de los alumnos. Ante
las protestas del candidato, el maestro repuso: “Contigo el trabajo es doble: a ti debo enseñarte
primero a callar y, cuando hayas aprendido esto, a hablar correctamente”.