Una gracia especial
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Pedía un cardenal a Pablo III una gracia; y como no fuese muy justa la concesión, el Papa se la
dificultaba; visto lo cual, dijo el cardenal:
–– “Vuestra Santidad sabe muy bien cuánto trabajé por hacerlo Papa, y no debe negarme esta gracia”.
El Sumo Pontífice respondió:
–– “Pues me habéis hecho Papa, dejádmelo ser”.