57 Centavos

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Esta historia real nos muestra lo que Dios puede hacer con sólamente... 57 centavos.

Una solloza niñita, Lidia, permanecía de pie cerca de una pequeña iglesia desde la cual se le había impedido su ingreso porque, según se le había dicho, había demasiada gente. "No puedo ir a la Escuela Dominical", acongojada le comentaba a un hombre que se le había acercado, que por casualidad era el pastor de esa pequeña iglesia. Viendo su apariencia andrajosa y desgreñada, el pastor adivinó la causa..., y tomándola de la mano la hizo pasar y encontró un lugar para ella en las Clases Dominicales. La niña fue tocada tan fuertemente por el Espíritu Santo que esa noche oró fervientemente al Señor por todos los niños que no tienen un lugar para reunirse y adorar en grupo a Jesucristo.

Pasados dos años, Lidia enfermó y murió en su casa que estaba ubicada en uno de los sectores mas pobres de la ciudad. Los padres de la niña llamaron al pastor que se había hecho muy amigo de Lidia, para que se hiciera cargo del doloroso asunto de su entierro. Al estar moviendo el pequeño cuerpo de la niña, una cartera de un color rojo medio gastado que parecía haber sido sacada de un basural, cayó al suelo desde uno de sus bolsillos. Dentro de la cartera encontraron 57 centavos y una nota que decía: "Este dinero es para ayudar a ampliar la pequeña iglesia para que muchos niños puedan asistir a la Escuela Dominical."

Durante dos años Lidia había estado ahorrando su ofrenda de amor. Cuando el pastor sollozando leyó la nota, él supo al instante qué era lo que debía hacer. Llevando esta nota y la harapienta carterita roja al púlpito, él contó la historia del amor desinteresado y de la devoción de la niña. El pastor desafió a la congregación a mantenerse ocupados para reunir suficiente dinero para agrandar el edificio de la iglesia.

Pero la historia, de la vida real, no termina ahí. 

Un periódico supo de la historia y la publicó. Un vendedor de propiedades leyó el aviso y le ofreció a la iglesia un terreno de unos cuantos miles de dólares. Cuando se le dijo que la iglesia no podría jamás juntar esa cantidad de dinero, él se las ofreció por 57 centavos. 

Además, se recibieron grandes donaciones de miembros de la iglesia y lugares bastante retirados. Al cabo de pocos años se pudo construir un lugar espacioso que no dejó afuera a ningún niño del sector.

La generosidad y el amor sincero de Lidia había producido grandes dividendos.


"Porque todos aquellos echaron para las 
ofrendas de Dios de lo que les sobra; mas ésta,
de su pobreza echó todo el sustento que tenía."
Lucas 21:4