Una receta para no pelear
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En aquella región del norte de África, donde las gentes eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica por qué su esposo, que era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, no la golpeaba nunca a ella, y, en cambio, los esposos de ellas las golpeaban sin compasión.
Mónica les respondió: “Es que cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo. Y como para pelear se necesitan dos, y yo no acepto la pelea, pues…no peleamos”.