Sentir compasión
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Un hombre le ofreció a su hija de doce años una propina si cortaba el césped del jardín. Al
anochecer, la muchacha había cortado todo el césped... a excepción de una de las esquinas del mismo.
Intrigado el padre por qué no había cortado aquel pedacito, se acercó a examinar el lugar en
cuestión y vio que, justamente en el centro de la zona que había quedado sin cortar, había un enorme
sapo. La muchacha había sentido demasiada compasión como para atropellarlo con el cortacésped.