De una semillita 

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La historia que tiene más de un siglo, 
cuenta que una princesa agonizaba. 
En su lecho de muerte, 
pidió que su tumba fuese cubierta 
con una gran piedra de granito y
que alrededor hubiese otras piedras 
sellando la lápida.

También dio órdenes de afianzar
las piedras con abrazaderas de hierro.
A pedido, suyo, la lápida llevaría escrito:
"Esta tumba, 
comprada para toda la eternidad, 
jamás deberá abrirse".

Aparentemente, 
durante el entierro se metió en la tumba
una bellotita. 
Al tiempo empezó a asomarse
un brotecito en medio de las piedras. 
La bellota había podido absorber 
suficiente alimento como para crecer.
Después de varios años de crecimiento, 
un robusto roble se levantaba 
entre las abrazaderas de hierro. 
El hierro no pudo con el roble y 
sus raíces lo rompieron, 
dejando al descubierto la tumba 
que nunca debía abrirse. 
La nueva vida se abrió camino 
desde el lecho de muerte con una semillita.

Todos los días 
tenemos infinidad de oportunidades 
para aprovechar un nuevo comienzo. Generalmente,
los nuevos comienzos se inician
cuando alguna otra cosa termina. 
Cuando dejamos que el pecado muera 
en nuestro corazón, 
encontramos nueva vida en Cristo. 
Tal vez no haya sido accidental 
que el robusto roble, 
que es uno de los árboles 
más altos y fuertes del mundo,
se inicie a partir de una pequeña semillita.