Un perro para Jesús

Autor: Rudyard Kipling

 

 

Yo quisiera que alguien le hubiera dado a Jesús un perro 
tan fiel y cariñoso como el mío,
que hubiera dormido junto a Él en el pesebre,
que lo hubiera mirado con amor,
y lo hubiera adorado por ser Divino.

Al crecer Nuestro Señor, lo hubiera seguido
a través de los días y los años,
mientras predicaba a las muchedumbres,
resucitaba a los muertos,
o se arrodillaba en el Huerto de los Olivos para rezar.

Es muy triste saber que Jesús se enfrentó solo a la muerte
sin el amor de un perro que le acompañara
para confortar su corazón.

Y cuando Jesús resucitó la mañana de Pascua
¡que feliz habría sido al ver a su perro
y como éste lamería Sus manos
lleno de alegría por volver a verle!.
Pero, ahora Jesús, ya tiene un perro.
Hace poco que le he enviado al mío
mi viejo compañero, tan querido por mí.


Día tras día, durante mucho tiempo
adonde quiera que fui, cuatro patas decían:
¡Espérame, que voy contigo...!
Y era feliz, corriendo tras mis pasos.
Ahora sonrío a través de mis lagrimas,
en este primer día en que me falta su compañía
sabiendo que acompaña a Jesús en la Eternidad.