¿Qué Niño es éste?
Autor: Antonio Maza Pereda
En estas navidades vuelven a salir a relucir los hermosos villancicos, sencillos y a veces ingenuos recordatorios del acontecimiento que divide la historia de la humanidad en dos partes: antes y después del nacimiento de este Niño que es nuestro Señor y Creador.
Uno de ellos, un villancico inglés que, según algunos, viene del siglo X, pero que con toda seguridad se imprimió a partir del siglo XVI, se titula «¿Qué Niño es éste?». Una traducción libre del villancico empieza así:
¿Qué Niño es éste, que está descansando
en el regazo de María? Está durmiendo
a quien los ángeles cantan dulces himnos
mientras los pastores lo custodian.
Éste, éste es Cristo, el Rey.
Sí, este Niño pequeño e indefenso es Rey. No estamos diciendo que llegaría a ser rey; ya lo era desde el momento de su nacimiento, ya lo era antes de encarnarse en el vientre de María. Esto es lo que celebramos, esto es lo que nos hace dichosos. Puede ser que lo hayamos olvidado en el barullo de nuestra vida tan cargada de trabajo y preocupaciones; puede ser que, aunque seamos católicos, influidos por el entorno, ya celebremos otras cosas asociadas a la Navidad, pero que se nos haya olvidado lo esencial. Gracias a este Niño, los que éramos esclavos del pecado ahora, si lo deseamos, podemos ser libres. Éramos sujetos a condenación eterna, y ahora somos hijos de Dios. Estábamos en la oscuridad, y ahora vivimos en la luz.
La pregunta del villancico es una que nos tenemos que seguir haciendo. ¿Quién es, para nosotros, este Niño? Más allá de lo que nos dice nuestra razón, ¿qué significa este Niño en nuestra vida, en nuestro quehacer diario? ¿Qué significa en nuestro corazón? ¿Qué significa en nuestra sociedad? Posiblemente ésta sea una de las preguntas fundamentales de nuestra vida. Otros podrían no responder esta pregunta y, finalmente, nada pasará. Nosotros, los católicos, no podemos dejar de planteárnosla. Podemos verlo como nuestro Creador, al que nos sometemos por obligación. Lo podemos ver como nuestro Rey, al que le reconocemos una autoridad que solo a Él le corresponde. Lo podemos ver como el Amigo, el que ha querido ser nuestro amigo y que nos ha elevado hasta su altura. Podemos verlo, como lo hacen los místicos, como el Amado, al que amamos siempre de un modo insuficiente, pero que de todas maneras nos ama con todo su corazón, hasta dar la última gota de su sangre por nosotros.
Según el modo como nos respondamos esta pregunta, claramente, dependerá cómo vivamos en esta vida, tan corta, y cómo viviremos en la vida que no se acaba, en esa eternidad gloriosa para la que Dios nos creó. Él nos hizo para que seamos eternamente felices después de una corta estancia en este valle de lágrimas; después de pasar esta mala noche en una mala posada, como decía santa Teresa de Ávila que es esta vida.
Ése es este Niño. Ésa es esta fiesta, tan querida, de su nacimiento, de su Natividad. Ése es el motivo de nuestra alegría y de nuestra celebración. Todo lo demás es bello, e incluso bueno: regalos, juguetes, celebración. Pero esto… esto es lo esencial. ¡Feliz Navidad!
Fuente: elobservadorenlinea.com