En el centro del amor
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Un día un padre y su pequeña hija treparon
a la cima de una superficie elevada de tierra
donde podían divisar el océano a un lado
y un valle pintoresco al otro.
El padre dijo: "Mira arriba",
y la niña miró con curiosidad el espacio extenso del cielo.
"Mira abajo", el padre instó,
y la niña vio el reflejo de las nubes blancas
y el cielo azul en el mar.
"Mira hacia adelante", dijo el padre,
y su hija miró las olas del mar
levantándose sobre el horizonte infinito.
"Ahora voltea y mira el valle verde."
A medida que ella contemplaba el paisaje amplio y hermoso,
su padre continuó:
"Hija mía, tan alto, tan ancho y tan profundo
es el amor de Dios por toda la creación."
Con un corazón inocente, la niña dijo:
"¡Papi, si el amor de Dios es tan alto, tan ancho y tan profundo,
eso quiere decir que nosotros vivimos en medio Su amor!"
Pablo tuvo una comprensión similar a ésta
la cual lo impulsó a escribir lo siguiente
a los cristianos en Éfeso:
"Por esta causa doblo mis rodillas
ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo
(de quien toma nombre toda familia
en los cielos y en la tierra),
para que os dé,
conforme a las riquezas de su gloria,
el ser fortalecidos con poder
en el hombre interior por su Espíritu;
que habite Cristo por la fe en vuestros corazones,
a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
seáis plenamente capaces de comprender
con todos los santos cuál sea la anchura,
la longitud, la profundidad y la altura"
(Ef. 3:14-18)
La verdadera búsqueda de toda alma
es sentir la plenitud del amor y el cuidado de Dios.
La oración es para que vivas siempre consciente
del amor y el gozo de Dios como bendiciones
de paz, sabiduría, salud y abundancia.
Algunas personas parecen buscar la felicidad
por medio de experiencias agradables.
Otros parecen pensar que el tener poder los haría felices.
Sin embargo, otros parecen creer
que el tener buena salud o inteligencia es lo más deseable.
Todas estas aspiraciones pueden ser objetivos valiosos,
pero sin amor todo en la vida pierde su encanto.
En el capítulo trece de 1 Corintios, Pablo nos recuerda
que, mientras que tengamos numerosas cualidades meritorias
y podamos lograr fama y éxito, si nuestras habilidades,
acciones y éxitos no son acompañados de amor,
no ganamos nada. Por otra parte,
el amor siempre produce resultados buenos.
"Algunos desean amar pero no saben cómo",
escribió James Dillet Freeman.
"Son como niños que desean crear música
pero no saben tocar ningún instrumento. No han aprendido;
pero uno puede aprender a amar. El comienzo del amor es dar."
"Para aquel que nunca ha dado no es fácil dar.
Se tiene que empezar dando un poquito.
Dar una sonrisa. Decir una palabra amable."
"Si das un paso vacilante, el amor se apresurará
para ir a tu encuentro y acompañarte.
Pues el amor es un gran dador.
Cuando oras y meditas, ten presente
que vives en el mismo centro del amor de Dios.
Aviva tu alma con el calor del amor y exprésalo
en cada pensamiento, palabra y acción en tu vida."
Cada persona que busca dar o recibir amor
comienza un experimento que termina
como una experiencia trascendente.
Cuando expresamos amor, éste transforma
cada aspecto de nuestra vida y atrae a nosotros
personas y circunstancias que llegan a ser
significativas y perdurables para nosotros.
A menudo nuestro cariño cambia la vida de otra persona,
y nunca deja de cambiar nuestros corazones y vidas.
"Todo aquel que ama
es nacido de Dios y conoce a Dios"
(1 Jn. 4:7)
El libro del Antiguo Testamento de Oseas es una parábola
en la cual se muestra la profundidad y la amplitud
del amor de Dios por los israelitas.
Oseas habla por Dios cuando declara:
"Yo los sanaré de su rebelión,
los amaré de pura gracia...
volverán a sentarse a su sombra;
serán vivificados como el trigo
y florecerán como la vid"
(Oseas 14:4,7)
Tu vida será vivificada como un jardín
y florecerá como la vid
cuando "comprendas...
cuán ancho, extenso, alto y profundo"
es el amor de Dios
y descanses continuamente
en el centro de ese amor.