No me gusta "MI" dolor... 

Autor: Padre José Luis Hernando 

 

 

No me gusto esta afirmación: “No digas mi dolor, pues el dolor no es de nadie.” Me pareció una petulancia filosófica. Con el tiempo me he dado cuenta que el filosofo no estaba equivocado. Y es que el dolor, lo mismo 
que la verdad, no se posee. Son ellos los que nos poseen a nosotros. Y es una posesión total de la que no podemos zafarnos. Es inútil revelarse o desesperarse; con esta actitud y reacción hacemos mas intenso el 
dolor. Los humanos no acabamos de aprender la lección de las palmas: cuando pasa el huracán se inclinan, pero no desafían al viento. Por eso habría que hacer un pacto o intercambio entre ese dolor que nos invade y posee 
y nosotros que somos poseídos por el. 

“Toma mi paciencia resignada y a 
cambio dame tu íntima verdad.” 
Para descubrir la verdad secreta del dolor no basta con quejarse preguntando: ¿porqué me pasa esto a mi? O ¿de donde procede este mal? Es necesario hacerse esta pregunta valiente: ¿A donde me llevara este dolor? 

Muchos consideran que los seres queridos que nos dejaron fueron “víctimas del mal”: de la muerte, de un accidente , de una enfermedad cruel , de la guerra , del hambre . . . Pensar así hace que el corazón se 
enfurezca llenándose de odios y resentimientos. Esta reacción es natural, es inevitable... algunos terminan peleándose con Dios y alejándose de El. No entendemos que si es Padre Bueno, como permite tanto dolor. Otros ven a los que nos han dejado como ángeles de bien. Y así los recuerdan . 
Consideran que ese niño, que ha muerto, es fuente de consuelo, es ángel que nos anima a seguir viviendo y luchando. El ser querido que nos dejo , no nos abandonó , sigue reafirmándose en la vida ; de ninguna manera nos empuja a sentirnos culpables , o a rechazar el vivir , enterrándonos en su misma tumba. 

Yo se muy bien que no es fácil recuperarse de la perdida de un ser querido. Cuando se pierde un padre, un abuelo...se pierde el pasado. 
Comenzamos a admirar y valorar mucho mas todo lo que ellos fueron y lo que ahora somos nosotros, gracias a ellos. Cuando se pierde un esposo, se pierde el presente. Parece que la vida ya no tiene sentido y se añora en todo momento al ser querido. Cuando se pierde un hijo, se pierde el futuro ; nunca se le olvida. Siempre alguien sin hablar nos lo recordara: ahora tendría tu misma edad, habría sido, estaría....No es fácil recuperarse 
de una tragedia. Y por supuesto , es imposible suprimir el dolor. Se necesita tiempo , paciencia, mucha oración ,el apoyo de un autentico consuelo. 

Y aquí engarza la misión de Cristo Redentor. Por supuesto, Cristo no vino a explicar el dolor, ya que es un misterio, ante el cual El también se desconcierta. Cristo no vino a suprimirlo, mas bien lo asumió como 
parte integrante de nuestro vivir limitado y siempre amenazado. Pero Cristo sí , lo lleno con su presencia. 
Aquí esta la diferencia. Hacerse presente, con amor y calor, es el mejor consuelo. Cristo camina a nuestro lado, nos habla se identifica con nuestras penas y tragedias y nos consuela. Carga con nuestra cruces y penas. En sus heridas todos somos curados. Las llagas sangrantes del Crucificado se convierten en las llagas luminosas del Resucitado. 
Consolar no es tanto hablar, sino estar a lado del que sufre, lo mismo que María al pie de la Cruz de su Hijo...como la vio el poeta español. José Maria Permán. 


Estaba la Dolorosa , junto al leño de la cruz. 
¡Que alta palabra de luz! !que manera tan graciosa! 
De enseñarnos la preciosa , lección del callar doliente 
Tronaba el cielo rugiente . La tierra se estremecía. 
Bramaba el agua y María estaba sencillamente 
junto al leño de la cruz .