Los sacrificios de Martin Luther King no me impresionaron 

Autor: Philip Yancey

 

 

Muchos de los cristianos que todavía se niegan 
a ver a Martin Luther King como un instrumento de Dios 
no tienen problema en adorar en iglesias 
que una vez lo pintaron como su enemigo, 
se opusieron a sus ideales y que, directa o indirectamente,
perpetuaron el pecado del racismo 
contra el cual peleó con su propio cuerpo. 
Vemos la paja en su ojo,
pero no vemos la viga en el nuestro [...]

Se necesitó la grandeza de Luther King 
para despertar la conciencia 
de una nación del siglo pasado.
¿Qué nos impide en este nuevo siglo 
crear la amada comunidad de justicia, paz y amor
por la cual King luchó y murió? 
¿Sobre qué lado equivocado 
se planta obstinadamente la iglesia actual 
con respecto a ciertos temas? 
Como King solía decir, 
la presencia de la injusticia en cualquier parte 
es una amenaza para la justicia en todas partes. 

De cuando en cuando, la gracia y el poder
descienden sobre grandes líderes con defectos 
con el objetivo de condenar 
nuestra conducta y guiarnos. 
Al fin y al cabo, 
no fue la naturaleza humanista de King 
lo que me alcanzó, ni tampoco 
su ejemplo gandhiano de resistencia no violenta, 
ni sus sacrificios personales, 
por más inspiradores que fueran.

Fue su fundamento en el evangelio cristiano 
lo que a la larga me hizo consciente 
de la viga en mi ojo y me obligó 
a prestar atención al mensaje que proclamaba.
Como una y otra vez citaba a Jesús, 
finalmente tuve que escucharlo. 
Es probable que la Iglesia 
no siempre lo capte como es debido,
y pueden pasar siglos o incluso milenios 
para que se abran sus ojos,
pero cuando lo hace, 
el mismo amor y perdón de Dios 
fluyen como un río de agua viva. 
Es lamentable, pero cuando pude probar ese río,
King ya había muerto.