Los avisos de Dios
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
El rey salió de cacería.
Después de pasarse toda la mañana persiguiendo y matando animales silvestres, el rey sintió sed.
Llevando en su brazo al halcón predilecto, fue a buscar agua.
Finalmente encontró una fuente de agua fresca y cristalina.
Llenó un vaso para beber; pero el halcón agitándose, sacudió el brazo, y el agua se vertió.
De nuevo el rey llenó el vaso, y lo acercó a sus labios; también esta vez el halcón, aleteando, provocó que el agua se cayera.
El rey, muy molesto, trató por tercera vez de beber; pero una vez más el halcón no se lo permitió.
Entonces el rey se puso furioso, y mató al halcón.
Mientras acercaba el agua a sus labios sedientos, llegó jadeando uno de sus ayudantes, y le gritó:
“Majestad, no bebas de esa fuente ¡sus agua están envenenadas!”
No acabamos de entender los caminos de la Providencial. Nos cuesta creer en Dios, en que todo lo que acontece al cristiano es para su bien (Rom 8,28). Con los ojos de la fe podremos ir acostumbrándonos poco a poco a bucear en el corazón del Padre y desde allí poder descifrar todos los imprevistos y contratiempos.
Cada persona tiene sus planes para sí y para los otros, cada uno quiere ser constructor; mas cuando todo cambia según lo establecido, surge la ira, el desprecio y la muerte. Es difícil admitir que el Señor construya, que edifique, y conformarse con ser un simple colaborador en la obra de la creación y redención. Toda la vida es corta para dejar a Dios ser Dios. “Encomienda al Señor tus caminos, y confía en Él y Él obrará” (Sal.36,5).
Él está con nosotros, nos conoce, nos mira, perciba los latidos de nuestro corazón, porque estamos en el suyo desde toda la eternidad. Esto tendría que bastar para poner todas nuestras seguridades en Él y dormir a pierna suelta, sin preocuparnos, sin angustiarnos porque se caiga un simple vaso de agua.
Dios nos avisa por medio de personas buenas y por todos los acontecimientos que nos suceden; Él procura acercarnos cada día más a sí mismo alejándonos de todo lo que nos separa y tratando de despojarnos de todo lo que nos impide verlo. No es necesario para aceptar a Dios y confiar en su Providencia conocer las ciencias secretas, basta con tener el corazón y los ojos de niño, siempre despiertos, poniendo nuestras manos en sus manos para que todo sea transformado en Amor. “En tus manos están mis destinos” (Sal 30,16)