¿Felices o contentos?
Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD
Un Buen día Dios tomó la forma de un hombre y se vino a la tierra, porque se daba cuenta de que mucha gente no era feliz, y El quería comunicar a todos la felicidad que El mismo tenía de siempre.
Al recorrer la tierra, vio efectivamente que poca gente era feliz, pero se sorprendió al ver que muy poca gente buscaba realmente la felicidad. La mayoría de la gente se dividía en dos grupos: los que estaban “contentos” y los que no estaban “contentos.
Los que estaban contentos habían logrado satisfacer sus principales deseos. Ganaban buen dinero, vivían con comodidad, se daban los gustos y los vicios que querían. Algunos tenían éxito, influencia o poder…Pero no parecía interesarles ser felices, ni preguntarse seriamente si lo eran, y en qué podría consistir la felicidad.
Los descontentos no habían logrado satisfacer todos sus deseos, y aspiraban continuamente a vivir como la gente que estaba contenta. Pero tampoco buscaban la felicidad, sino estar contentos…Y unos y otros eran sordos al mensaje de la felicidad.
Y Dios se dio cuenta entonces que mientras sus hijos los hombres procuraran sólo su “contentamiento” no podrían llegar a la verdadera felicidad. Y entonces se dedicó a predicarles a los contentos y a los descontentos sobre la felicidad y la verdadera bienaventuranza, procurando interesarlos en ello y sacarlos de la ceguera de sus contentamientos.
“Y mucha gente lo escuchó, alcanzaron la felicidad, y le dieron menos importancia a estar o no “contentos”.
Segundo Galilea
¿Existe la felicidad? ¿Conoce a alguien completamente feliz? Muchos no creen en la felicidad. “La dicha no es más que un sueño, lo único que existe de real es el dolor” (Voltaire) Más pesimista aún es la copla popular española:
“Mi padre murió de tifus,
mi madre, de la gangrena,
y un hermano que tenía,
se murió de pulmonía
el día de Nochebuena..”
Lo cierto es que la gente busca la felicidad. Quiere vivir feliz, aunque no acierte con el camino. “La felicidad está compuesta de tantas piezas, que siempre falta alguna” (Bossuet). Quizá la pieza más importante sea la aceptación de uno mismo, de los demás y de Dios. La felicidad no depende de pasajeros contentamientos y placeres, no está unida a la forma o envoltura de los regalos, sino al regalo mismo. Está muy dentro de cada persona.
La felicidad nace de poseer a Dios, Dios es la fuente de la felicidad. Todos los que se encuentran con El a través de Jesucristo, sienten esa alegría: María, Zaqueo, Nicodemo, La Samaritana…El quiere que se viva en su gozo, gozo completo, total (Jn 15.11). El es la alegría del corazón y nadie será capaz de arrebatarla (Jn 16.22).
“Grande contento es para el alma entender que nunca Dios falta del alma, aunque esté en pecado mortal, cuánto menos de la que está en gracia…dentro de ti tienes tus riquezas, tus deleites, tu satisfacción, tu hartura y tu reino” (San Juan de la Cruz, Cántico Espiritual, 1.8).