Camino de vida

Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

Sitio del Padre

 

 

  Un viajero caminaba un día por la carretera, cuando pasó junto a él como un rayo un caballo montado por un hombre de mirado torva y con sangre en las manos.

Al cabo de unos minutos llegó un grupo de jinetes y le peguntaron si había visto pasar a alguien con sangre en las manos.

¿Quién es él? Preguntó el viajante.

Un malhechor, dijo el cabecilla del grupo.

¿Y lo perseguís para llevarlo ante la justicia?

No. Lo perseguimos para enseñarle el camino


Anthony de Mello


Dejar que los otros descubran su camino y las actitudes que deben llevar en este caminar, es una hermosa tarea para padres y educadores. Cada caminante hace su propio camino; pero necesita de alguien que le ayude a abrir los ojos a todo lo bueno y bello, a tomar decisiones personales, a ser crítico ante la vida, a aceptar el dolor, a crecer y a madurar. Modificar cualquier comportamiento, sanar las heridas producidas por tantos errores propios y ajenos, será una labor ardua, paciente y dificultosa.

Dice San Juan de la Cruz en Dichos de luz y amor,3:

“Aunque el camino es llano y suave para la gente de buena voluntad, el que camina caminará poco y con trabajo si no tiene buenos pies y ánimo y porfía animosa en eso mismo.”

En estas palabras señala los elementos necesarios para caminar. Presupone que se ha de tener buena voluntad, pues cuando falta esta, todo son complicaciones y el caminar se hace interminable. Pero se caminará poco si no se cuenta con buenos pies y mucho ánimo, porque el camino es pedregoso, con baches constantes y el barro o lodo se pega a los pies. Se requiere, además mucho ánimo y una “determinada determinación” de empezar cuantas veces sea necesario.

Quien ha encontrado el verdadero camino, sabe muy bien que no se adelante nada con condenar a los criminales. Se consigue mucho más amando a quienes tienen sus manos ensangrentadas, para que puedan abandonar el camino de Caín y aceptar a quien con su sangre nos abrió el camino de la salvación,

Cuando María Fida Moro dio un arazo de perdón a los asesinos de su padre afirmó que Valerio Morucci y Adriana Faranda no eran dos monstruos, sino dos personas que se habían equivocado

Quien ama no lleva cuentas del mal. Siempre perdona.